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Polémica última cena

Momento en el que se ridiculizó la Última Cena durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de París

El Vaticano «deplora» la ofensa a los cristianos en la inauguración de los Juegos Olímpicos de París

Una nota enviada por la Santa Sede a los periodistas de lengua francesa refleja el choque diplomático entre el Vaticano y la Francia de Macron por la ridiculización de la Última Cena durante la ceremonia de inauguración de los Juegos

Quienes esperaban una reacción en caliente e inmediata del Vaticano a la insultante ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París, o desconocen los ritmos de la Santa Sede o ignoran que la eficaz diplomacia vaticana responde a criterios muy distintos a lo que se manejan habitualmente en otros Estados.

En la Iglesia se hacen de otra manera y nadie podía esperar una visceralidad en la reacción de la Santa Sede ante las imágenes de la burla a la Última Cena que se pudo ver en Trocadero el 26 de julio.

Por medio de una nota de prensa enviada a los periodistas de lengua francesa acreditados en la Sala Stampa vaticana, la Santa Sede deploró «las ofensas sufridas contra numerosos cristianos y creyentes de otras religiones» durante las actuaciones de la ceremonia de inauguración de los Juegos.

La nota, de especial dureza según los parámetros del lenguaje diplomático vaticano, incide en que «la Santa Sede se ha entristecido por algunas escenas de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París y no puede más que sumarse a las voces que se han alzado en los últimos días».

Argumenta el Vaticano en la nota que «en un evento prestigioso donde el mundo entero se reúne en torno a valores comunes, no debería haber alusiones que ridiculicen las creencias religiosas de numerosas personas».

En ese sentido, subraya el Vaticano que «la libertad de expresión, que obviamente no se pone en duda, encuentra su límite en el respeto a los demás».

Con esta nota, el Vaticano rompe su silencio respecto a una actuación en la que un conjunto de travestis, mujeres disfrazadas de diosas paganas y un hombre grotescamente caracterizado como el dios pagano del vino, Dionisio, representaban una bufa de la Última Cena de Jesucristo en plena ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París.

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