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Banderas de Georgia y de la Unión Europea ondean en las calles de GeorgiaAFP

Continúan las protestas y tensiones en Georgia por la congelación de las negociaciones sobre el ingreso a la UE

Lo que comenzó como manifestaciones pacíficas se ha convertido en enfrentamientos violentos entre los manifestantes y la policía

Las calles de Tiflis arden de indignación mientras miles de georgianos protestan contra la decisión del gobierno de Irakli Kobajidze de congelar las negociaciones de adhesión con la Unión Europea hasta 2028. Este movimiento ha reavivado una crisis política que ya tenía a la nación caucásica en vilo y que ahora amenaza con redefinir su futuro geopolítico.

La escena política georgiana refleja una tensión histórica no resuelta: la aspiración de formar parte de Europa frente a la sombra persistente de Rusia. La adhesión a la UE no solo es un mandato constitucional, sino un objetivo compartido por gran parte de la población, como lo demuestran las banderas de la UE que ondean junto a las georgianas en las manifestaciones. Sin embargo, el gobierno parece haber optado por un camino que, aunque matizado en su discurso, se percibe cada vez más cercano a Moscú.

El congelamiento de las negociaciones, anunciado como una pausa técnica para abordar problemas internos, ha sido calificado por la oposición y sectores de la sociedad como un paso atrás en el compromiso europeo de Georgia. Líderes opositores como Guiorgui Vashadze no han dudado en señalar que esta decisión «trae al país de vuelta al redil de Rusia», una acusación reforzada por los elogios del presidente ruso, Vladímir Putin, hacia el actual gobierno.

Respuesta popular: protestas y represión

En las últimas 48 horas, las protestas han escalado. Lo que comenzó como manifestaciones pacíficas se ha convertido en enfrentamientos violentos entre los manifestantes y la policía. Las escenas de barricadas improvisadas, adoquines lanzados contra las verjas del Parlamento y cañones de agua respondiendo a la multitud han marcado un giro dramático en las calles de Tiflis. La oposición, encabezada por figuras como Leván Sanikidze y el Movimiento Nacional Unido, promete mantener la presión hasta forzar un cambio.

La magnitud de la crisis quedó patente con las cifras de heridos y detenidos: 32 policías lesionados, 43 manifestantes arrestados, y una ciudadanía cada vez más polarizada. Las declaraciones de algunos líderes opositores llamando a bloquear carreteras y otros servicios clave auguran una escalada en las tensiones, mientras que el gobierno acusa a la oposición de promover la violencia con apoyo extranjero.

Un hombre con una bandera de la Unión Europea en las protestasAFP

La decisión del gobierno georgiano también ha provocado reacciones más allá de sus fronteras. El embajador de la UE en Georgia, Pawel Herczynski, lamentó lo que considera un giro desafortunado que contradice la voluntad de la mayoría de los georgianos. Sin embargo, las autoridades han respondido con un tono beligerante, acusando a los diplomáticos europeos de parcialidad y sugiriendo posibles medidas si persisten las críticas.

Mientras tanto, la UE enfrenta su propia encrucijada. Georgia, un socio estratégico en el Cáucaso, no puede ser ignorada en un momento en que la región está bajo la constante influencia de Rusia. Sin embargo, Bruselas no parece dispuesta a flexibilizar sus demandas de reformas democráticas y respeto al estado de derecho, lo que deja al país en un punto muerto que solo intensifica la frustración popular.

Georgia, en el filo de la navaja

La crisis actual no es un episodio aislado, sino el resultado de una acumulación de tensiones políticas y sociales que reflejan un sistema profundamente fracturado. La oposición no reconoce la legitimidad del Parlamento elegido en 2023, denunciando fraude electoral, mientras el gobierno lucha por mantener su autoridad en un contexto de creciente desconfianza.

El desenlace de esta crisis es incierto, pero lo que está claro es que Georgia se encuentra en un momento decisivo de su historia. Si el gobierno no logra apaciguar a la población y avanzar hacia una solución negociada, el país podría enfrentarse a una prolongada inestabilidad interna, con repercusiones significativas en su relación con Europa y su posición en el Cáucaso.

Mientras tanto, las calles de Tiflis seguirán siendo el escenario donde los georgianos, enarbolando banderas europeas y gritando por un futuro más democrático, luchan por definir el rumbo de su nación.