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Florentino Portero
AnálisisFlorentino Portero

El mundo que nos espera este 2025

Un nuevo sistema internacional está surgiendo. Por ahora prima el desorden, pero poco a poco las posiciones se irán decantando en función de las políticas de las grandes potencias

Actualizada 04:30

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, habla durante el AmericaFest 2024

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, habla durante el AmericaFest 2024AFP

Los militares pasan parte de su vida profesional elaborando planes de contingencia, conscientes de que lo más probable es que nunca tengan que aplicarlos. Esta es una sana costumbre que les ayuda a mantener una continua reflexión sobre la evolución de su entorno. Aunque no se den las circunstancias para aplicar alguno de esos planes, es seguro que el trabajo realizado será útil, tanto por lo que supone de práctica como porque lo que acabe sucediendo no será muy distinto de lo previsto. Desde esta perspectiva me dispongo a compartir con ustedes, a instancias de la superioridad, algunas reflexiones sobre lo que podemos encontrarnos en el año recién inaugurado.

Reza el dicho popular que «el hombre propone y Dios dispone». No soy quién para elucubrar sobre la voluntad del Creador, de lo que no tengo duda es de que pasarán cosas que no están en la mente de nadie, más allá de como posibilidades remotas. Pandemias, erupciones volcánicas, tsunamis… son parte consustancial de la vida en la Tierra que, de ocurrir, alterarán nuestra existencia. La tecnología ha convertido el planeta en un patio de vecindad, por lo que cualquier suceso de estas magnitudes acabará afectando al conjunto. Dejando a un lado los fenómenos naturales asumamos que en nuestro entorno en ocasiones se aceleran procesos que nos pillan por sorpresa ¿Quién pudo prever el derribo del Muro de Berlín, la descomposición de la Unión Soviética o la derrota de la Siria de Bashar Al Assad meses antes?

Reconocida nuestra incapacidad para adivinar lo excepcional, podemos tratar de establecer algunas hipótesis sobre lo ordinario, lo que sí está en la agenda internacional. Donald Trump volverá a la Casa Blanca este mes dispuesto a replantear la relación de Estados Unidos con buena parte del planeta. El teatro principal continuará siendo la revolución digital, con tres campos de operaciones críticos: cadenas de suministros, innovación y cadenas de distribución. Trump está obsesionado con proteger y apoyar la innovación, garantizando trabajo y bienestar a sus conciudadanos. Para ello continúa dispuesto a levantar aún más barreras arancelarias, especialmente contra su único rival: China. Si no administra con cuidado esta estrategia puede encontrarse con más inflación y más dificultades para garantizar las citadas cadenas, dependientes de unas relaciones con países que desconfían crecientemente de Estados Unidos y que sufren sus prácticas proteccionistas.

El teatro principal continuará siendo la revolución digital

Estados Unidos va a replantear su relación con Europa en torno a dos ejes íntimamente relacionados: la economía y la seguridad. Rusia no es un problema para Estados Unidos, por lo que el Viejo Continente no es un teatro de seguridad prioritario para la potencia americana. Si queremos seguir manteniendo el «vínculo trasatlántico» tendremos que asumir responsabilidades, lo que se traduce en una mayor inversión en defensa y en volver a pensar y actuar con lógica estratégica, costumbre que lamentablemente perdimos hace décadas para instalarnos en un universo intelectual paralelo y, sobre todo, inexistente. La revitalización del «vínculo» puede facilitar una política arancelaria más equitativa, sobre todo si adquirimos en el mercado norteamericano parte de las renovadas capacidades militares.

De no ser así veremos cómo Europa irá acercándose más y más a China, con efectos gravísimos a medio plazo. De fondo continuará sobre la mesa el problema fundamental, ante el que la Unión Europea ha sido incapaz de reaccionar con algún provecho: el paulatino deterioro de la competitividad, por efecto de una baja innovación. Europa vive la revolución digital como un espectador más, ahogando a sus empresas con una injustificable «inflación normativa», impuestos y políticas laborales irreales. No puede, pues, extrañar que estemos asistiendo a una mudanza de recursos materiales y humanos de Europa a Estados Unidos. La responsabilidad es solo nuestra, pero de no resolverse concluirá afectando la relación entre ambas orillas del Atlántico ¿Quién representará a Europa en esta negociación? ¿Qué posición defenderá quien la represente?

Europa vive la revolución digital como un espectador más, ahogando a sus empresas con una injustificable «inflación normativa»

La renegociación requerirá de un realineamiento en torno a los frentes oriental y meridional ¿Qué hacer con Rusia? Ucrania es un teatro dentro de un frente más amplio. Rusia ha actuado allí —como antes en Moldavia, Georgia, Crimea y Dombás— siguiendo una estrategia dirigida a replantear el sistema de seguridad europeo. Rusia y China ya están en nuestro sur desarrollando una política tendente a limitar nuestra influencia, acceder a materias primas y crearnos algunos problemas. Oriente Medio está en una fase de trasformación compleja y peligrosa. Todo ello requiere análisis, propuestas y negociaciones y no hay razón para pensar que el conjunto de actores concernidos tenga ideas medianamente claras al respecto. El entendimiento es necesario. El precio de no lograrlo inasumible.

China sabe lo que quiere y tiene un plan que sigue al pie de la letra desde hace años. Quedó atrás el tiempo de tasas de crecimiento extraordinarias y llegó otro en el que satisfacer las necesidades de sus ciudadanos se va a hacer crecientemente más difícil. Están aprovechándose de los errores norteamericanos, debidos a la inconsistencia de su política exterior y a la volubilidad de sus compromisos, para ganar posiciones en la escena internacional. Destacan sus avances en las cadenas de suministros y distribución, así como en el control de la navegación comercial.

Pekín no ha dejado de robar innovación ajena, pero ya genera la suya propia y a muy alto nivel. No juega limpio, pero es actor de referencia. Su capacidad para penetrar mercados es importante, aunque no ejemplar. En su contra está el abuso de posición, que se hace más patente con el paso del tiempo. Usa y abusa sin mayores compromisos. Durante el próximo año asistiremos tanto a acciones de consolidación como de rechazo. El futuro de los BRICS, como complemento diplomático de la nueva Ruta de la Seda, será clave para evaluar el éxito de su acción exterior y durante el 2025 asistiremos a ingresos importantes en esta organización, pero también a intentos de limitar la hegemonía china en su seno.

China no juega limpio, pero es actor de referencia

No hay desarrollo económico y social sin instituciones fuertes y sin seguridad jurídica. La Revolución Digital está sometiendo a los distintos sistemas políticos a duras pruebas. En todos los casos tendrán que adaptarse a un tiempo nuevo y todavía incierto. Esos procesos nacionales están en curso mientras la escena internacional se hace más compleja e inestable. La respuesta de los Estados más solventes pasa por crear, desarrollar y fortalecer organismos regionales con competencias comerciales y de seguridad mientras tratan de estabilizar una prudente equidistancia entre Estados Unidos y China, siempre y cuando la distancia se lo permita. Ese no es el caso de Taiwán, Corea del Sur o Japón, potencias abocadas a una dependencia crítica de Estados Unidos.

Un nuevo sistema internacional está surgiendo. Por ahora prima el desorden, pero poco a poco las posiciones se irán decantando en función de las políticas de las grandes potencias. El futuro no está escrito ni la paz garantizada, todo depende de nosotros, de nuestro criterio y voluntad. El ser humano es el animal con mayor capacidad para adaptarse a entornos cambiantes, pero eso no quiere decir que siempre lo consiga.

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