Venezuela y la incógnita opositora
La contienda entre el régimen y la oposición tendrá su momento crucial el próximo 10 de enero. Maduro corre con ventaja y la oposición parece desorientada
La oposición en Venezuela está ingresando a un escenario desconocido y arriesgado. El próximo 10 de enero debería asumir el gobierno de Venezuela Edmundo González Urrutia, el hipotético vencedor en los pasados comicios. Digo hipotético, porque los resultados no fueron aceptados por el gobierno de Nicolás Maduro, quien desconoció la victoria y se autoproclamó ganador, sin muchas pruebas al respecto. ¿Qué hará la oposición? ¿Cuál será la reacción de González Urrutia, quien amenaza con realizar la jura correspondiente? ¿Dónde será? ¿Bajo qué circunstancias? ¿Qué rol tendrá la jefa de la oposición, María Corina Machado, quien reside en la clandestinidad? Todas son incógnitas para las cuales no hay respuestas claras.
Se trata de un hecho político de enorme impacto en la región. La mayoría de los países han tomado distancia de Nicolás Maduro, quien está casi aislado. Solo Cuba y Nicaragua acompañan formalmente al dictador. Están aquellos que siempre dudan y tienen actitudes ambiguas, como Colombia, México y Brasil. Sin embargo, en los últimos meses, el presidente Lula da Silva ha tomado distancia de Maduro, presionado por su coalición de gobierno, la reacción de la región —de la cual Brasil no quiere aislarse— y la conducta opaca de Maduro respecto a los resultados de la contienda electoral.
Pese a este aislamiento regional, el régimen autoritario se mantiene incólume. La represión, la existencia de presos políticos, la pobreza como contracara de la ostentación de la clase gobernante, se han convertido en parte del paisaje cotidiano, algo habitual y hasta aceptado. El «madurismo», si podemos calificarlo de esta forma, está ganando la batalla política.
La contienda entre el régimen y la oposición tendrá su momento crucial el próximo 10 de enero. A menos que la oposición elabore un plan adecuado, conforme un frente unido, diseñe una estrategia y accione con la astucia necesaria, sumando orgánicamente el apoyo de gran parte de la región, el hecho pasará sin mayores costos para el régimen. Esto significaría un paso más en la consolidación del autoritarismo venezolano, favoreciendo el statu quo. Como pasó con Juan Guaidó, quien hoy es uno de los tantos exiliados en Miami, María Corina Machado corre el riesgo de que su mayor logro político —haber ganado las elecciones pese a la oposición del régimen— se convierta en otro episodio más de una obra dramática sin fin.
Maduro corre con ventaja. La oposición parece desorientada. Su principal figura institucional está movilizándose por Hispanoamérica amagando con un heroico regreso a Caracas, amenazando con un hipotético juramento, como su triunfo, sin mayor destino. Los Estados Unidos, que ocasionalmente proveen de recursos económicos a la oposición —algo que, dicho sea de paso, genera discordia interna en el frente antimadurista— no aciertan con una estrategia política adecuada.
Maduro no descarta un diálogo con los EE. UU. y un posible acuerdo de convivencia. En fin, el «madurismo» especula con que el tema del próximo 10 de enero pase sin mayores costos. Cuentan con la iniciativa política y, además, saben que el apoyo internacional a la oposición es formal, con declaraciones altisonantes que no generan impacto real en el régimen.
Una parte de la responsabilidad recae en la oposición. No dudamos de su buena fe. Nadie ha sufrido el costo de la represión como ellos, pero su accionar de momentos parece disperso, como si no existiese una agenda política acorde con lo que exigen las circunstancias. Algunos excusan la aparente improvisación en el «factor sorpresa» que Corina Machado espera conservar y, en la movilización ciudadana cuya efectividad ha probado agotarse en el tiempo. Hasta el 10 de enero gozarán del beneficio de la duda.
Muchos disidentes miran al régimen como inalterable, lo que les hace perder las esperanzas. Además, muestran una notable incapacidad de construir y sostener liderazgos que no se desgasten con el tiempo. María Corina Machado, que en su momento generó esperanza y futuro, corre el riesgo de que su figura se desvanezca y, por lo tanto, la oposición, una vez más, quede sin rumbo. Esto es lo que especula Nicolás Maduro y, por ahora, parece lograr su cometido.
- Roberto Starke es analista Político, profesor universitario y Director de Contexto Político