Auschwitz-Birkenau y la memoria contra el mal
Por lo menos 1,1 millones de personas fueron asesinadas allí. Más que en ningún otro campo de concentración de Alemania
Auschwitz-Birkenau fue el mayor campo de exterminio en la época nazi. Por lo menos 1,1 millones de personas fueron asesinadas allí. Más que en ningún otro campo de concentración.
Oświęcim. Una localidad polaca, con cerca de 10.000 habitantes, que el ejército alemán ocupó en 1939, anexionó y rebautizó como Auschwitz. En esa zona, los nacionalsocialistas erigieron a partir de 1941 el mayor campo alemán de exterminio, el de Auschwitz-Birkenau.
Está probado que, en este lugar, los nazis asesinaron hasta fines de enero de 1945 a por lo menos 1,1 millones de personas, en su mayoría judíos. Pero también a romaníes, sintis y miembros de otras minorías.
El 27 de enero se conmemora el 80 aniversario de la liberación, en 1945. Esa fecha se convirtió en el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
Auschwitz fue el escenario de un crimen organizado por el Estado: El crimen consistió en crear una maquinaria industrial para matar personas. Pasaron décadas hasta que Alemania se empezó a enfrentar a los horrores de Auschwitz. Ahora ya solo viven los últimos testigos.
Esta memoria nos presenta que bajo el totalitarismo desaparece toda aspiración moral y aparece la faceta de la naturaleza humana caída en toda su desnudez. Los campos de concentración y de exterminio son el más descarnado acontecimiento de manifestación del mal en estado puro en el hombre.
Tuve la oportunidad de visitar el campo donde te recibe un portón y sobre él en hierro forjado las crueles palabras: «Arbeit macht Frei» (El trabajo os hará libres). Recorrer los barracones de los prisioneros; seguir por los lugares de las ejecuciones, por las cámaras de gas, por los derruidos crematorios; llegar al hospital, le traslada a uno al paroxismo del terror.
Uno piensa: ¿Qué diablos brotó de repente en la naturaleza humana? La extrema violencia de los sistemas totalitarios demostró ser capaz de paralizar el espíritu humano.
Uno recuerda las palabras de Vasili Grossman en «Vida y destino»: «El alma del hombre declara que la esclavitud, ese mal absoluto portador de muerte es el único bien verdadero» (…) «La violencia del estado totalitario es tan grande que deja de ser un medio para convertirse en un objeto de culto místico, de exaltación religiosa.»
El proyecto totalitario se apoya en una hipótesis antropológica e histórica donde la muerte y la violencia sustituyen la verdadera naturaleza humana. Los nacionalsocialistas hacían depender su triunfo de la aniquilación de los judíos. Los comunistas hacían depender su hegemonía de la aniquilación de la burguesía. Unos y otros no se conformaban con los cuerpos, querían aniquilar las almas.
El pensador alemán Theodor W. Adorno se cuestionaba: ¿cabe seguir pensando después de Auschwitz? Sin duda, que sí aun cuando el horror nos deje paralizados.
Está ubicado en el centro de Europa, y podían llegar allí los trenes con deportados
¿Por qué Auschwitz? El lugar fue elegido porque, desde el punto de vista del transporte, está ubicado en el centro de Europa, y podían llegar allí los trenes con deportados. Todo obedecía a estrictas razones logísticas movidas desde un despacho por el impecable funcionario Adolf Eichmann. Querían que fuera algo rápido y que abarcara la mayor cantidad posible de personas. Los asesinos eran diestros en planificar, en asesinar masivamente.
El asesinato en serie como producción en cadena se llevaba perpetrando desde las oficinas de seguridad del Reich, en Berlín. Ya se había ejecutado un plan para exterminar a enfermos mentales que acabó con cerca de 400.000 personas. Pero la llamada «Solución final» era el paso definitivo.
Cuando la Alemania nazi y sus ejércitos ocupan el Este de Europa planean hacer desaparecer por completo a los judíos. Junto al lago Wansee, al oeste de Berlín, 15 hombres del régimen se reunieron durante hora y media para discutir y perfeccionar la organización del asesinato masivo de los judíos europeos.
La solución final
El lenguaje ideológico usado en esos protocolos discutidos en 90 minutos no utiliza en ningún momento palabras como «asesinato» o «matar», solo repiten un eufemismo: «Solución final». Se planeaba levantar otro campo de exterminio, con mayor capacidad de muerte. El problema era como resolver «eso» de modo eficaz. A partir de aquí, se dedican amplios recursos del Estado y un gran aparato logístico y burocrático para causar la muerte en masa de millones de personas.
Desde marzo de 1942, trenes llevaron deportados desde diversas partes de Europa hacia los campos de la muerte en la Polonia ocupada. Auschwitz es el mayor productor de muerte. Los judíos debían «desaparecer».
Auschwitz comenzaba, en el fondo, en muchos andenes de Alemania y Europa. El campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau tenía su propia línea férrea. Al bajarse de los trenes, los prisioneros eran llevados a la «rampa», desde donde iban a cámaras de gas. Otros eran internados en el campo y forzados a trabajar.
En varias ciudades de Alemania, como Berlín, Colonia, Stuttgart y Hamburgo, hay lugares que recuerdan las deportaciones hacia la muerte. Muy conocido es el memorial del «Andén 17», en la estación del barrio berlinés de Grunewald. De esa estación salieron unos 35 trenes, con 17.000 judíos, rumbo hacia Auschwitz-Birkenau.
También fueron llevados allí y a otros campos de concentración, por ferrocarril, judías y judíos de numerosos países europeos, como Francia, Bélgica, Países Bajos, Italia, Hungría, Grecia y otros de la región balcánica.
Cuando no se iba directamente a las cámaras de gas al llegar, las condiciones de vida eran espantosas. No se sobrevivía mucho en Auschwitz; máximo tres meses, como narra Primo Levi, que estuvo prisionero en Monowitz, campo subalterno de Auschwitz.
En Auschwitz los transportes llegaban con tan alta frecuencia que el crematorio no daba abasto para toda la gente que había llegado por eso muchos eran asesinados a tiros. Auschwitz-Birkenau era una máquina de matar, como los antiguos Moloch, sus víctimas eran devoradas por las llamas, lanzados vivos a las fosas ardientes. Quien visita hoy el memorial enmudece de horror cuando contempla las pertenencias de las víctimas: anteojos, cabellos humanos, prótesis y otros vestigios de los desaparecidos.
El 27 de enero de 1945, soldados del Ejército Rojo llegaron al campo de concentración. Los jóvenes soldados soviéticos, ante los portones de Auschwitz, no daban crédito a lo que veían: «Esos esqueletos están vivos», se decían unos a otros, «era como ver a muertos caminando».
Por supuesto que «después de Auschwitz hay que pensar» partiendo de «hacer memoria» como cura y remedio de nuestros males presentes.