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Juan Rodríguez Garat
Análisis militarJuan Rodríguez GaratAlmirante (R)

Una fuerza europea en Ucrania. ¿Mareando la perdiz?

Europa tendría que aspirar a desplegar una fuerza disuasoria suficientemente robusta, en sus capacidades militares y en sus reglas de enfrentamiento, para plantar cara al Ejército de Putin

Actualizada 04:30

Soldados de países de la OTAN en ejercicios militares

Soldados de países de la OTAN en ejercicios militaresx.com/NATO

En estos difíciles días en los que el presidente de los EE.UU. decide unir su voto a los de Corea del Norte, Bielorrusia, Nicaragua y las dictaduras militares del Sahel para absolver a Putin de su agresión a Ucrania, los ojos de muchos de los pueblos libres del planeta se dirigen a las naciones europeas. Y con razón. No se trata solo de que se libre una guerra en nuestro continente. Nos guste o no, los europeos de hoy tenemos ante nosotros la que quizá sea nuestra última oportunidad de prestar un servicio decisivo a la especie humana.

Puede que Medvedev, el payaso del Kremlin, vea a Europa como una vieja fea y cansada. Es posible que muchos europeos le den la razón. Pero, hoy por hoy, Europa es la última esperanza para quienes querríamos rescatar de sus cenizas la desprestigiada Carta de la ONU. Para quienes, pensando en nuestros nietos, sentimos que merece la pena recordar las solemnes palabras con las que la Carta comienza: «Nosotros, los pueblos de las naciones unidas, resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra…». Puede que todos los pueblos del mundo deseen la paz, pero es obvio que algunos de sus líderes no están por la labor.

El Artículo 4 de la Carta —que es el que parece molestar a Trump y a Putin por igual y, quizá por eso, el que provoca que Elon Musk coquetee con la idea de sacar a los EE.UU. de la organización— exige a los miembros de la ONU abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado. Pero ¿qué puede hacer el mundo cuándo las dos potencias que tienen los arsenales nucleares más grandes del planeta, ambas con derecho de veto en el Consejo de Seguridad, deciden que las reglas no están escritas para ellos? ¿Qué pueden hacer las ovejas cuando los perros pastores se ponen de acuerdo para devorar a una de ellas? ¿Correr cada una por su lado esperando vivir un día más a costa de otra menos afortunada?

No quisiera criticar a las ovejas. Ellas no pueden hacer más de lo que hacen. Débiles y desunidas, no son rival para los perros pastores que se vuelven lobos. Pero nosotros no somos ovejas. Tenemos alternativas. Puede que Europa sea también débil y esté desunida, pero está en nuestra mano que deje de serlo. Está en nuestra mano recuperar la voz que hoy nos niegan tanto Trump como Putin. Sin embargo, habrá que hacer algo más que hablar para que nos escuchen.

Las naciones grandes —las potencias nucleares y quizá Alemania— tienen que liderar, y las que, como España, no pueden hacerlo, bien harán en cerrar filas en lugar de alborotar

La tarea que los líderes europeos tienen por delante es inmensa. Tienen que acordar una posición común, aunque quizá sea preciso dejar atrás a la Hungría de Orbán y a la Eslovaquia de Fico. Las naciones grandes —las potencias nucleares y quizá Alemania— tienen que liderar, y las que, como España, no pueden hacerlo, bien harán en cerrar filas en lugar de alborotar. Grandes y pequeños, los gobiernos tienen que hacer pedagogía para explicar a sus pueblos lo que está en juego: o ayudamos a que Ucrania resista o dejamos que los pastores renegados redefinan el mundo por nosotros.

¿Vamos por el buen camino? Eso quisiera creer yo. Pero, cuando lo urgente es reemplazar la ayuda militar americana y dar esperanza al pueblo ucraniano, siento que perdemos un tiempo muy valioso cada vez que, en el debate entre los líderes europeos, toma un papel protagonista el cuento de la lechera. O, lo que es lo mismo, el despliegue de fuerzas europeas para supervisar un hipotético alto el fuego en Ucrania.

Cuándo

Para empezar, no hay nada que sugiere que ese alto el fuego esté próximo. Por decir algo tan obvio como que la paz está todavía muy lejos, Trump ha sugerido estos días que quería reemplazar a Zelenski. ¿Con qué derecho? Más importante aún, ¿cómo? ¿Tratará de eliminarlo o de orquestar un golpe de Estado? Cosas así se hacían rutinariamente hace algunas décadas. ¿Llegará hasta ese punto la vuelta al pasado de quien hasta ayer fue nuestro aliado?

Con todo, Zelenski ha hecho bien en cambiar de táctica, ya que no de estrategia. Trump es más vulnerable al halago que a la confrontación. Si el ucraniano se traga el orgullo y juega bien sus cartas, será Putin el que no acepte un alto el fuego en las actuales líneas del frente. Nunca lo haría en la zona de Kursk ocupada por Ucrania. Y menos todavía desde que todos pudimos oír a Trump «reforzando la posición negociadora de Zelenski» por el curioso procedimiento de airear a los cuatro vientos que el ucraniano no tiene ninguna carta ganadora en su mano. De hecho, el dictador ruso no se cansa de decir que no habrá compromiso alguno en la sagrada tarea de «liberar» la totalidad de los territorios de Zaporiyia, Jersón, Donetsk y Lugansk. Y, si lleva más de un año tratando de llegar a Pokrovsk, una ciudad de 60.000 habitantes, haga sus cuentas el lector para saber cuándo podrían callar las armas.

Qué

Llegado el momento del alto el fuego, sería necesario clarificar qué es lo que se pretende desplegando una fuerza de interposición. Si de lo que se trata es de tomar nota de las infracciones de unos y otros, como ocurre con la UNIFIL, es mejor que no vayan. Con o sin casco azul, tendría que haber un organismo que apoyase la labor de las fuerzas desplegadas. Desaparecida la ONU, ¿a quién le importaría que Rusia se burlara del alto el fuego?

Una Europa sin armas nucleares tácticas no puede dar miedo a Rusia sin el apoyo que Washington no quiere dar

Como el control no sirve de nada cuando no está respaldado por una autoridad efectiva, Europa tendría que aspirar a desplegar algo diferente: una fuerza disuasoria. Entienda el lector que esa fuerza debería ser suficientemente robusta, en sus capacidades militares y en sus reglas de enfrentamiento, para plantar cara al Ejército de Putin. Se trataría de conseguir lo que no logró el batallón de cascos azules holandeses que defendía Srebrenica de las fuerzas de Mladic. Para ello, la fuerza desplegada debería ser capaz de garantizar el efecto tripwire: provocar una carnicería en las filas rusas —e, inevitablemente, sufrir un cierto número de bajas en las propias— para asegurar que una reanudación de los ataques rusos supondría un riesgo elevado de provocar una guerra. Es el miedo a esa guerra el que impondría la paz.

Para una fuerza así harían falta muchas decenas de miles de soldados. Pero, cualquiera que sea su número, no funcionará si los EE.UU. no colaboran. Por desgracia, una Europa sin armas nucleares tácticas no puede dar miedo a Rusia sin el apoyo que, hoy por hoy, Washington no quiere dar.

Para qué

Imaginemos que, a pesar de todo, desplegamos esa fuerza. ¿Cuál sería su propósito? ¿El final de la guerra, que tendría que ser acordado por Rusia y Ucrania en unos términos aceptables para ambas partes o un mero alto el fuego que permita a Putin reforzarse para luego proseguir la guerra? Ninguna de las dos opciones parece satisfactoria. Un acuerdo justo parece imposible y un alto el fuego sin garantías de seguridad daría ventaja al agresor.

Quién

Y llegamos al «quién». La respuesta es obvia: una coalición de los que deseen participar. Llegados a este punto, más vale que España esté en la lista. Ni siquiera nos va a costar nada porque no estaremos tratando de separar a Israel y Hezbolá, sino intentando proteger a Ucrania del mayor arsenal nuclear del planeta. Sin la participación de los EE.UU., no habrá interposición hasta que alguien gane la guerra… y, cuando eso ocurra, dejará de ser necesaria.

Ojalá me equivoque, pero me temo que el debate sobre la fuerza de interposición no supone más que marear la perdiz. Y, si es solo eso, bien podrían algunos pacatos líderes europeos creer que pueden presumir de bravura sin correr excesivos riesgos. Por eso, no puedo —y bien que lo siento— finalizar este artículo sin recordar los conocidos versos de Cervantes.

Poema Cervantes artículo de Garat sobre Ucrania

No sé a usted, pero a mí no me gustaría ver a Europa en esa tesitura.

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