Fundado en 1910
Carmen de Carlos
AnálisisCarmen de Carlos

La otra guerra de Ucrania: los aranceles de Trump

Trump ha incluido a Ucrania en las tablillas de los aranceles como si fuera un mandamiento más, como si la vida en la cuna de lo que un día fue el imperio ruso fuera igual hoy en Kiev que en Londres

Zelenski le dice a Trump que no debería haber «ningún compromiso» con el presidente ruso, Vladimir Putin

Zelenski y Trump en la célebre escena del despacho OvalAFP

Ni la guerra o, para ser justos, la invasión de Rusia ha permitido que Ucrania se libere de los aranceles de Estados Unidos. Donald Trump no ha tenido piedad de Volodimir Zelenski –o simplemente se ha olvidado de él– ni de un país que lleva tres años largos luchando por su existencia.

Trump ha incluido a Ucrania en las tablillas de los aranceles como si fuera un mandamiento más, como si la vida en la cuna de lo que un día fue el imperio ruso fuera igual hoy en Kiev que en Londres, Buenos Aires o Brasilia, donde el 10 % se ha impuesto con el mismo rasero. Lo ha hecho como si sirviera café para todos, sin tener en cuenta el paladar o las circunstancias de cada uno.

Amarga la decisión que revoluciona al mundo, pero peor sabor deja a los ucranianos asumir que, otra vez, Trump le hace un guiño a Putin, después de amenazarle con freírle a aranceles sino traga con esa farsa de tregua de paz que nunca ha existido. Lo cierto es que cuando se trata del Kremlin, el republicano amaga, pero no da y con Moscú se ha justificado en que ya tiene muchas sanciones.

Amistad renovada

Mientras, Putin manda a Washington a Kiril Dmítriev, «por orden del presidente ruso», para, como declara públicamente, comenzar una amistad renovada que abra «nuevas posibilidades para una cooperación constructiva, incluido el ámbito económico-inversor». Rusos y americanos contentos y Kiev en busca de la fórmula que le permita encajar el golpe que supone tener que sortear las balas económicas y las de fuego real.

Ucrania tiene probabilidades de convencer a Trump pero nunca de torcerle el brazo

Yulia Sviridenko, ministra de Economía ucraniana, expresaba ayer su confianza en poder renegociar con el presidente de Estados Unidos esos porcentajes. Las razones que expuso parecen sugerir que, en efecto, Ucrania tiene probabilidades de convencer a Trump (nunca torcerle el brazo) para que vuelva a sacar ese espíritu «sincero» de «reciprocidad con rebaja».

«Nuestros aranceles a los productos estadounidenses –recordó– son bastante bajos. Para los automóviles son del 10 % y para el carbón y petróleo del 0 %. Por eso, –argumentó– ahora tenemos posibilidades de acordar otras condiciones. La declaración estadounidense –destacó–habla claramente de esa posibilidad». Dicho de otro modo, no está todo dicho.

La responsable de manejar una economía de guerra evitó pronunciar cualquier palabra que Trump pudiera entender como reproche o le escociese su orgullo de super hombre que siempre tiene razón. Pero admitió que los más perjudicados por el 10 % van a ser los pequeños productores. En rigor, la mejor baza de negociación que tiene Ucrania no sería ese efecto menor sino poner sobre la mesa de la balanza comercial el argumento indiscutible de que esta es extremadamente favorable a EE. UU.

Entre el fuego de artillería y los misiles y drones, Ucrania exportó el pasado año 600 categorías de productos o artículos que se corresponden con un valor de 874 millones de dólares. Estados Unidos multiplicó esa cifra hasta alcanzar los 3.400 millones de dólares.

Así las cosas, no sería de extrañar entonces que fuera Ucrania, por primera vez, la que pudiera llegar a un acuerdo con el presidente de Estados Unidos y darle esquinazo al 10 % o dejarlo reducido a la mínima expresión que decida Donald Trump.