
Zelenski y Trump ya tuvieron un encontronazo en la Casa Blanca
La entrevista de Zelenski en una cadena estadounidense que ha enfadado a Trump y aleja la paz en Ucrania
Desde que Donald Trump regresó a la Casa Blanca, la relación entre Washington y Kiev se encuentra en un momento tremendamente frágil, el que más desde el inicio de la invasión rusa. Para la historia ha quedado la discusión entre el propio Trump y su vicepresidente, J.D. Vance, con el mandatario ucraniano, Volodimir Zelenski, cuando este acudió a Washington para firmar el acuerdo de los minerales —y se fue sin hacerlo—. Paralelamente, los acercamientos de Estados Unidos al Kremlin han alejado totalmente la esperanza ucraniana de que la potencia norteamericana empuje hacia un acuerdo de paz favorable para el país invadido.
En el último giro de los acontecimientos, las recientes declaraciones de Zelenski en una entrevista con la cadena estadounidense CBS han encendido los ánimos en la Casa Blanca y alejan aún más la posibilidad de una solución negociada al conflicto. Esta cadena ha sido muy crítica con la postura de la Administración Trump en la guerra de Ucrania, y esta misma semana, a través de Truth Social, el presidente sugirió que el canal debería perder su licencia de emisión o ser multado por el regulador federal de las telecomunicaciones. El pasado octubre, Trump ya demandó a CBS por una entrevista a la candidata demócrata Kamala Harris, acusándoles de querer hacerla ver «de una manera positiva».
A estas tensiones previas también se ha sumado una negativa rotunda de Donald Trump a vender sistemas antiaéreos Patriot a Ucrania, justo después de que un ataque ruso matara a al menos 35 personas en la ciudad de Sumi. Moscú eleva la cifra de víctimas a más de 60.
«Por favor, antes de tomar cualquier decisión, cualquier negociación, vengan a ver a la gente, a los civiles, a los soldados, a los hospitales, a las iglesias. Vengan, miren, y luego avancemos con un plan para terminar la guerra», dijo Zelenski dirigiéndose directamente al presidente de Estados Unidos durante la entrevista, un día después de la masacre.Trump no tardó en responder. En una comparecencia en la Casa Blanca junto al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, el mandatario estadounidense culpó directamente a Zelenski de haber iniciado una guerra «imposible de ganar» y rechazó cualquier compromiso adicional con Kiev. «No se empieza una guerra contra alguien 20 más grande y luego se espera que la gente te dé misiles», afirmó.

La ciudad de Sumi ha quedado gravemente dañada
Desde su posición minoritaria en la que ha quedado en las negociaciones, Europa también se está intentando mover y ayudar a Zelenski. Esta misma semana, el próximo canciller alemán, Friedrich Merz, traspasó la línea roja de su predecesor, Olaf Scholz, y se abrió a enviar misiles Taurus a Ucrania «si se coordina con los socios europeos». Por otro lado, ayer mismo, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, viajó por sorpresa a Kiev y expresó su apoyo a Ucrania. «Hoy hemos vuelto a hablar de las importantes conversaciones que el presidente Trump está liderando, tanto con Ucrania como con Rusia, para intentar poner fin a la guerra y asegurar una paz duradera», dijo Rutte, según un comunicado emitido por la OTAN.
Estados Unidos no quiere condenar a Rusia
El ataque ruso en Sumi ha sido uno de los más letales desde el inicio del año, pero, pese a las peticiones de Kiev y de la Unión Europea, Trump se ha negado a imponer nuevas sanciones al Kremlin o siquiera a condenar el ataque. De hecho, el país norteamericano ha dicho a sus aliados del G7 que no apoyará una declaración que condene el ataque de Rusia con misiles balísticos a Sumi porque quiere continuar las negociaciones con Moscú.
Unas negociaciones que está encabezando el enviado de Trump a Oriente Medio, Steve Witkoff, quien se reunió el pasado viernes con el propio Putin. Días después, durante una entrevista en Fox News, Witkoff ya habló de vislumbrar un futuro con «oportunidades comerciales muy atractivas» con Rusia, hablando de alianzas con Putin. A su vez, el propio enviado de Trump a Ucrania, Keith Kellogg, apartado de las negociaciones por ser «muy cercano a Ucrania» —él sí condenó el ataque a Sumi—, ya ha sugerido que Ucrania podría quedar dividido en varias zonas de control, con el Ejéricto ruso ocupando el este del país. «Podrías casi hacerlo ver como lo que sucedió con Berlín después de la II Guerra Mundial, cuando había una zona rusa, una zona francesa, una zona británica y una zona estadounidense», comentó Kellogg en una entrevista en The Times.
Mientras tanto, Zelenski intenta mantener abierto el canal diplomático. Paralelamente a la entrevista, Kiev ha entregado a Estados Unidos una contrapropuesta sobre el polémico «acuerdo de los minerales», con el que Trump busca recuperar el dinero invertido en la ayuda militar mediante el acceso preferente a los recursos naturales ucranianos. La viceprimera ministra Olga Stefaníshina confirmó que se han producido avances, aunque aún quedan negociaciones por delante.
El borrador presentado por Washington contempla que Ucrania reconozca como deuda la ayuda recibida y otorgue prioridad a empresas estadounidenses en la explotación de sus recursos. Zelenski ha rechazado esa idea de plano: no aceptará convertir en deuda lo que se ofreció como apoyo solidario, ni comprometer la soberanía económica de Ucrania o sus aspiraciones europeas.
En Bruselas, los ministros de Exteriores de la UE han pedido a Trump que sancione a Putin como vía para alcanzar una tregua. Pero por ahora, desde la Casa Blanca solo llegan exigencias a Kiev y gestos conciliadores con Moscú, que califica de «útiles y eficaces» sus contactos con Estados Unidos.
Con el proceso de paz congelado, la ayuda militar condicionada y el respaldo diplomático cada vez más incierto, Ucrania enfrenta un escenario desalentador. La visita de Zelenski a Washington en febrero, que ya acabó en bronca, parece haber dejado cicatrices profundas. Ahora, con la invitación directa a Trump para que pise suelo ucraniano, el presidente de Ucrania intenta, una vez más, reconducir una relación estratégica que se tambalea.