La nueva derecha: una mirada desde Hispanoamérica
Donald Trump es un desafío que obliga a definir y trabajar en un nuevo sentido del conservadurismo, la pregunta ya no es solo cómo ganar el poder, sino para qué usarlo

Javier Milei, Donald Trump y Najib Bukele
La figura del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha redefinido la derecha estadounidense, no tanto por sus ideas sino por un estilo político que ha desplazado al conservadurismo tradicional en el corazón del Partido Republicano. Más que un pensador o un estratega, Trump es un catalizador: canaliza frustraciones, desafía instituciones y convierte la política en espectáculo. Su ascenso y persistencia no solo han transformado el panorama político estadounidense, sino que también han influido en las derechas del resto del continente americano.
En los últimos tiempos, algunos sectores de la derecha hispanoamericana han mirado a Trump como modelo. La promesa de una política «sin complejos», el uso efectivo de redes sociales, la confrontación directa con la corrección política y la idea de un líder fuerte que «dice lo que piensa» resultan seductoras, especialmente en contextos de agotamiento institucional, desencanto con las élites y auge de las tecnologías.
Sin embargo, el deseo de algunos líderes políticos de trasladar el estilo Trump a Hispanoamérica supone varios riesgos que debemos alertar. Primero, porque se trata de un estilo profundamente personal, difícilmente replicable sin una figura carismática de la misma magnitud. Segundo, porque las democracias del centro y sur del continente americano son frágiles. Transformar la institucionalidad desde la implosión puede terminar reforzando el mismo populismo autoritario que se pretende combatir.
Tercero, el pragmatismo y oportunismo sin contrapesos pueden derivar fácilmente en contradicciones políticas o alianzas incoherentes, amén de que podría generar una casta política que solo busque replicar las políticas autoritarias de izquierda solo que con otro sello ideológico. Finalmente, en cuarto lugar, porque uno de los elementos del modelo Trump radica en su capacidad de transformar la gobernabilidad en una competencia de narrativas en redes sociales, lo que se traduce en que la política se vuelve más emocional.Uno de los ejes de esta nueva derecha es su enfoque en la guerra cultural
Trump representa un contraste con la noción tradicional de la derecha: el conservadurismo clásico estadounidense nació de una síntesis entre el liberalismo económico, el orden moral judeocristiano y un compromiso firme con el constitucionalismo. Era una derecha de instituciones, que creía en la reforma gradual, el respeto al Estado de derecho y la importancia de los valores morales como fundamento de la libertad.
Uno de los ejes de esta nueva derecha es su enfoque en la guerra cultural. Trump no se conforma con cuestionar las políticas progresistas: se lanza directamente contra las instituciones que las promueven. Las universidades, los medios, las plataformas tecnológicas y hasta las agencias del propio Gobierno federal son vistas como enemigos internos. En este marco, el aparato del Estado deja de ser algo que deba reducirse y se convierte en una máquina que hay que controlar.
Una política exterior transaccional
La política exterior de Trump también rompe con la tradición conservadora. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, los republicanos combinaron defensa de intereses nacionales con una narrativa internacionalista basada en la promoción de la democracia y el orden liberal. Trump abandona esa retórica. Su visión es abiertamente transaccional: las alianzas se valoran según los beneficios inmediatos, y la diplomacia se vuelve un instrumento de presión comercial o electoral.
Para Hispanoamérica, esto ha tenido efectos diferentes. Por un lado, su actitud frontal contra regímenes como el venezolano, nicaragüense o el cubano es aplaudida en mi caso como un necesario giro de firmeza, sobre todo tras cuatro años de diplomacia tibia y ambigua. Pero por otro, el cambio en la narrativa sobre inmigración para no generalizar y estigmatizar, abrirse a Hispanoamérica como un socio político y económico de largo plazo, la necesidad de transformar y relanzar organismos multilaterales como la OEA y el compromiso indeclinable con la democracia y los derechos humanos son verdaderas pruebas de fuego de la nueva Administración con toda América del sur.
¿Una derecha exportable?
El estilo Trump plantea un dilema serio para las derechas del mundo: ¿se debe priorizar la identidad cultural por encima de los principios institucionales? ¿Es preferible la polarización y la ruptura que el centro político y la reforma institucional?
El conservadurismo no es una política de la reacción. Es una defensa de la libertad dentro del orden, de la tradición occidental como marco de justicia, y de la comunidad como espacio donde florece la dignidad humana. En ese sentido, el legado de Edmund Burke, de Alexis de Tocqueville, o de Ronald Reagan, sigue teniendo mucho que decir frente al momento de interregno actual.
Para las corrientes políticas en Hispanoamérica donde las instituciones, los partidos políticos, la democracia y el estado de derecho son débiles, el esquema debe ser: más justicia independiente y fuerte, más democracia, más libertad económica, más tejido social entendiendo que el enemigo común es la pobreza, el crimen organizado y el autoritarismo del Socialismo del Siglo XXI.
Trump es un desafío que obliga a definir y trabajar en un nuevo sentido del conservadurismo y la derecha. La pregunta ya no es solo cómo ganar el poder, sino para qué usarlo. Y en esa respuesta, Hispanoamérica tiene todo en juego.