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La vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernandez, viuda de Néstor Kirchner, y el presidente, Alberto FernándezGTRES

El Debate en América

Degradación y decadencia: la huella imborrable del kirchnerismo en Argentina

La estrambótica y perversa elección de Alberto Fernández para presidente (puesto en el cargo por Cristina Kirchner que se reservó para ella la vicepresidencia) hacia presagiar un desastre, pero la situación actual supera las peores expectativas

La degradación y decadencia argentina es enorme y parece imparable. El kirchnerismo, última reencarnación del peronismo, ha estado casi veinte años en el poder nacional y en distintas provincias y municipios.

Este último período de gobierno ha llevado la degradación a niveles insospechados. La estrambótica y perversa elección de Alberto Fernández para presidente (puesto en el cargo por Cristina Kirchner que se reservó para ella la vicepresidencia) hacia presagiar un desastre, pero la situación actual supera las peores expectativas: la pobreza llega al casi 40 por ciento y la inflación será de cerca del 100 por ciento anual. El modelo de desarrollo económico argentino es un fracaso rotundo. No hay ni un solo aspecto donde la degradación no haya aumentado.

Uno de los puntos claves será dar una imprescindible batalla cultural. Sin eso no será posible pensar en un esplendor futuro.

El kirchnerismo ha colonizado sectores completos usando fondos públicos, ha tomado áreas del Estado en beneficio propio, ha adoctrinado en escuelas y universidades, y ha impuesto discursos tendenciosos y partidistas sobre el pasado. Y no sólo eso. El kirchnerismo también ha comprado medios de comunicación con dinero de la corrupción y ha destrozado la seguridad jurídica.

Algo que ha agravado aún más la situación del país en los últimos años también se lo debemos al kirchnerismo: el enfrentamiento entre los ciudadanos y el gran impulso dado a muchos empresarios prebendarios con los que desarrollaron un sistema de capitalismo de amigos. El menú completo del populismo autoritario.

Será muy difícil recomponer la presente situación si no se enderezan esas variables y eso, como es esperable, provocará una fuerte reacción por parte de los que defienden el modelo mafioso de utilización de los bienes estatales en beneficio de los aparatos políticos del peronismo en sus distintas formas.

Ya se vio algo de eso en el período de gobierno de Mauricio Macri. A cada intento de reformar algo de los pilares de la decadencia la reacción era inmediata. Vale aclarar que si bien el gobierno de Macri fue bueno en muchos aspectos, no dio muchas de las imprescindibles batallas.

Nunca la mafia deja sus negocios de forma voluntaria. Es necesario enfrentarse y darle batalla

El gran tema del próximo gobierno es que un gran programa de reformas no es más un posicionamiento ideológico. Esta vez se trata de la última oportunidad para frenar el espiral de decadencia. No hay elección válida puesto que ya no quedan alternativas.

En esta ocasión, se trata de cambiar un rumbo desastroso de muchos años por un modelo virtuoso. El problema es que los autores del desastre pondrán una feroz resistencia porque defienden un modelo que los ha convertido en privilegiados e impunes. Nunca la mafia deja sus negocios de forma voluntaria. Es necesario enfrentársele y darle batalla.

Fue Isabel Díaz Ayuso quien definió con precisión lo que no quería para Madrid: «Me niego a que el peronismo destruya el motor económico de España. El gobierno busca quitarle el dinero a la gente para luego, como hacen los peronistas, repartirlos en pagas, ayudas y subsidios».

Ayuso hace bien en preocuparse. Al populismo se ingresa fácilmente, pero, cuando la decadencia es muy profunda, se hace muy difícil salir. No hay mejor prueba que Argentina para ver los estragos y el poder destructor de ese fenómeno.

  • Dario Lopérfido es exsecretario de Cultura y Comunicación de Argentina y ex ministro de Cultura de Buenos Aires