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Alex Fergusson
El DEBATE EN AMÉRICA

Petro en su laberinto de pasiones

El presidente de Colombia se debate entre la nostalgía de su pasado guerrillero, las tentaciones de otro autoritarismo a lo bolivariano o ceder a una democracia

Para Petro, el primer presidente de izquierda de Colombia, luego de 9 meses de gobierno sin logro alguno, es muy importante no seguir con las manos vacías.

El presidente de Colombia Gustavo PetroAFP

Su primer interés, entonces, es venderse al mundo como un presidente prodemocrático, promotor del diálogo y la civilidad (quizás en un intento de limpiar su oscuro pasado guerrillero y su participación en la masacre del Palacio de Justicia) pero, principalmente, lograr mantener una buena relación con el gobierno venezolano, pues su mayor problema interno es la situación con los grupos armados irregulares que antes eran las guerrillas y que ahora son bandas de depredadores y narcotraficantes.

Para comprender la importancia de esta relación, debo decir que estos grupos tienen cerca del 60% de sus efectivos haciendo vida y negocios en los Estados fronterizos con Venezuela, y cuentan con la anuencia y el amparo de nuestro gobierno.

Así, el presidente colombiano ha transmitido la idea de querer apoyar el retorno de Venezuela a la democracia mediante su regreso o ratificación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y su reincorporación a la Comunidad Andina de Naciones y a la OEA, cosas que no han ocurrido.

No en vano, el discurso internacional del gobierno de Petro, aunque con frecuencia ambiguo, tuvo siempre la consigna «más democracia, cero sanciones», y como propósito, vender al régimen de Maduro con otra imagen.

Pero al final pareciera que todo se reduce a tener una relación fluida con Miraflores para lograr avances en sus negociaciones con los grupos guerrilleros y su único y principal «proyecto de Paz Total».

Sin embargo, también ha habido interés por resolver el tema de la empresa Monómeros, así como abordar lo referente a la seguridad fronteriza, el impacto de la migración y las trabas de comercio bilateral, tan importantes para Colombia.

Pero su intento de actuar como mediador autoproclamado en el diálogo sobre Venezuela, no terminó bien, pues la respuesta de la genuina oposición venezolana y de sus aliados, ha sido advertir que se mantendrán las sanciones hasta que se vean «pasos concretos» hacia una democratización e insisten, en que su objetivo son elecciones «libres y justas».

El gobierno venezolano sigue supeditando el diálogo al levantamiento de sanciones, a que le entreguen el dinero confiscado a los corruptos

Por su parte, el gobierno venezolano sigue supeditando el diálogo al levantamiento de sanciones, a que le entreguen el dinero confiscado a los corruptos, a que le entreguen el control de los bienes nacionales en el exterior, a que liberen a Alex Saab y ahora agrega la exigencia de la eliminación del expediente de la CPI por sus crímenes de lesa humanidad. «No aceptamos menos de esa conferencia de Bogotá que el levantamiento de todas las sanciones para que Venezuela tenga la libertad comercial, la libertad financiera, la libertad económica de su actividad normal», ha dicho.

Esta política le ha dado buenos resultados pues con ella logró los beneficios de la flexibilización de las sanciones con la autorización de los EE.UU. a Chevron para extraer y vender petróleo venezolano y el canje de prisioneros el año pasado que liberó a los sobrinos del presidente Maduro, acusados de narcotráfico, sin tener que dar nada a cambio.

Los presos políticos siguen presos, las muertes por tortura continúan junto con la persecución y amedrentamiento de periodistas, opositores o disidentes.

Tampoco hay ningún avance que facilite el proceso electoral y la crisis económica sigue campante y que se agrava cada día.

Ahora está claro que los países participantes en la supuesta «cumbre», deberán enfrentar la percepción general de haber sido parte de un proceso que terminó legitimando y dándole oxígeno a un gobierno autoritario, corrupto, represivo y violador de los derechos humanos, al permitirle a régimen seguir utilizando este tipo de encuentros para dilatar la transición a la democracia y ganar tiempo y terreno político en el ámbito internacional.

Para el presidente Petro el evento resultó un desastre político de tal magnitud, que influyó en la implementación de una reforma total de su gabinete, a un cambio de política interna, con un peligroso viraje a una radicalidad izquierdista y a la amenaza con una «guerra civil» si no se complacen sus llamados programas sociales.

Petro olvida que la sociedad colombiana todavía paga las terribles consecuencias de la guerra civil que comenzó en 1948 con el asesinato de Gaitán, y que aún está viva, pues el conflicto con el ELN, las FARC, los grupos criminales disidentes y del narcotráfico, continúa.

En su desesperación, ahora comete el grave error de arremeter contra el Fiscal General de la República, desconociendo la independencia de poderes consagrada en la Constitución colombiana y dando un paso adelante en su proceso hacia el autoritarismo.

Así pues, el presidente Petro sigue atrapado en su laberinto, y aún no se decide entre avanzar hacia un futuro de paz, democracia y prosperidad para Colombia o regresar al pasado que todavía pesa sobre sus hombros.

  • Alex Fergusson es autor de 19 libros, profesor-Investigador de la Universidad Central de Venezuela y asesor en Gerencia de Conflictos y Negociación