El régimen chavista se debilita y pierde a sus aliados mientras la oposición avanza
Las protestas callejeras por parte de comunidades, gremios y sindicatos obreros, aumentan y apuntan a un estallido social que cuenta, ahora, con el apoyo de muchos que antes eran chavistas
La acumulación de los errores económicos, sociales y políticos del Gobierno venezolano, los cuales crearon la peor crisis que hayamos vivido, comenzó a pasar factura a sus opciones de continuar en el poder, y hoy muestra sus grandes debilidades.
La primera consecuencia es la pérdida progresiva de su capital político, el pueblo chavista, como resultado de la tragedia socioeconómica en que lo ha sumido, y que ya no puede ser justificada por «el bloqueo o las sanciones»; pero además, por las crecientes evidencias de los inaceptables niveles de corrupción que han sustraído del erario nacional, la bicoca de 600 mil millones de dólares, nos han dejado una deuda impagable y unos cuantos mil millonarios que ostentan descaradamente sus fortunas, mientras el 80 % de la población pasa hambre y carece de todos los servicios básicos.
Otra consecuencia, agravada ahora por el conflicto con Guyana, es el evidente alejamiento de quienes, hasta hace poco, eras sus aliados regionales. La Cuba aliada, después de años «chupando de la teta» venezolana, ahora resulta que se alinea con el CARICOM para apoyar a Guyana.
Mientras tanto, el Brasil de Lula Da Silva, calladito, construye una carretera que unirá la población de Boa Vista, a dos horas de nuestra frontera, con el sur de Guyana, al tiempo que le declara su voluntad de apoyo para el desarrollo de la región sur del Esequibo guyanés.
Por su parte, Colombia toma distancia e invita a buscar una solución pacífica que nuestro gobierno rechaza.
Adicionalmente, ya perdió el apoyo del Ecuador con Noboa, de El Paraguay con Sosa, de Chile con Boric y el de Argentina ahora con Milei. Así que, por ahora, solo le queda Nicaragua y México, aunque a este último también podría perderlo próximamente.
Si incluimos sus aliados fuera del continente, la situación no es mejor. Las relaciones con Irán, Rusia y China, no funcionaron bien en el pasado y todo indica que no funcionarán en el futuro inmediato.
El compromiso de Irán con el apoyo a Hamás y el conflicto con Israel, lo pone «fuera del juego» con Venezuela. Por su parte, la salida de nuestro país de la gran petrolera rusa Rosneft, rompió los acuerdos cuyo propósito eran darle a Rusia el control de la producción como pago por la deuda del armamento chatarra que nos vendió y por el apoyo político en los organismos internacionales.
Por otra parte, el desorden en la Administración Pública venezolana, la crisis económica que ello desató, el derroche de recursos y los niveles exorbitantes de corrupción, tal como señaló un alto funcionario chino, frenaron la cooperación entre los dos países, y crearon un clima de desacuerdos silenciosos que condujo a que las empresas chinas se retiraran discretamente del país, dejándonos con una enorme deuda, cientos de miles de «cachivaches», sin garantía de piezas de repuesto, así como grandes obras y proyectos inconclusos, y a China tremendamente frustrada en sus aspiraciones de control económico del país.
Así que, mientras el Gobierno de Maduro se debilita, la oposición crece, se consolida y avanza como un movimiento prodemocrático imparable.
Las protestas callejeras por parte de comunidades, gremios y sindicatos obreros, aumentan y apuntan a un estallido social que cuenta, ahora, con el apoyo de muchos que antes eran chavistas, especialmente en los barrios marginales más grandes, como Catia y Petare de Caracas, con más de dos millones de habitantes y también en las ciudades donde vive el 75 % de la población venezolana.
La vieja dirección opositora quedó «desnuda como el Rey» y su credibilidad está hoy por los suelos
En este punto, es necesario destacar el tremendo impulso que la realización de las elecciones primarias opositoras le dio a este movimiento popular. Ahora sabemos que no se trató, únicamente, de elegir un candidato. También se decantó un nuevo liderazgo encabezado por María Corina Machado, pero conformado por otros líderes cuya integridad y vocación democrática está más allá de toda duda. La vieja dirección opositora quedó «desnuda como el Rey» y su credibilidad está hoy por los suelos.
Así que, de un liderazgo opositor, débil, dividido y ocupado de sus particulares intereses políticos y personales, hemos pasado a un nuevo liderazgo, fuerte, generador de confianza y capaz de movilizar a la gente.
Ahora, al liderazgo opositor le toca transitar el tortuoso camino hacia la restauración de la democracia en el país. Allí, deberá enfrentar una particular versión de «el dilema del prisionero» utilizado en la Teoría del Juego, y decidir qué es lo mas importante: ¿hacer justicia por los daños causados o salir del Gobierno actual para vivir en libertad y rescatar el bienestar perdido, postergando el momento para hacer justicia?
No será fácil, pues el gobierno no tiene, aún, ningún incentivo para cooperar en la transición democrática.