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Andrés Montero

Chile y la torpeza de la política

El resultado del referéndum fue una respuesta ciudadana al cansancio de la política vacía, de la verborrea y de jóvenes políticos que nunca en su vida trabajaron y que hoy disfrutan de buenos salarios pagados por los contribuyentes

El presidente chileno Gabriel Boric vota en el referéndum constitucionalAFP

Cuatro años ha perdido Chile tras la extorsión de un grupo de vándalos que destruyeron todo lo que se les puso por delante.

El presidente Sebastián Piñera cedió entonces a la presión y a las amenazas de la izquierda dura y promovió un acuerdo político para ir adelante con una nueva Constitución que reemplazaría a la generada por un grupo de verdaderos expertos durante el gobierno militar.

Mas tarde, esa Constitución fue modificada muchas veces y, finalmente, pasó a llamarse la Constitución de Ricardo Lagos.

No obstante, la izquierda quería borrar las raíces de la constitución pues tenía, según ellos, un pecado original por provenir del gobierno militar.

Chile ha gastado muchos millones de euros en dos procesos constituyentes. El país está paralizado, la economía estancada, la delincuencia desbordada y el país dividido.

El presidente Boric, después del plebiscito, ha declarado que durante el resto de su gobierno (dos años) el tema constitucional no será prioridad y que ahora se dedicaran a tratar de resolver las prioridades de los ciudadanos.

Chile y sus políticos vuelven a ser noticia esta vez por haber malgastado recursos y no haber querido entender que el tema constitucional no era tema.

El resultado esta vez, arrojó que un 55 % de los votantes rechazaron el último texto propuesto. La confusión es total pues, quienes apoyaron el voto en contra, fueron una fracción de la derecha y la extrema izquierda.

El centro político, incluyendo la centroizquierda y la centroderecha estaban por el voto a favor del nuevo proyecto propuesto.

La izquierda hizo todo lo posible por eliminar del mapa la «Constitución de Pinochet», pero al final del día los hechos indican que una gran mayoría la prefiere, a las propuestas surgidas «en democracia».

Lo que viene serán dos años de mediocridad, con una multitud de partidos pequeños que inclinan la balanza en uno u otro sentido, tras cualquier propuesta legislativa.

El gobierno de Boric está empeñado en destruir los sistemas de salud y de pensiones público-privados e imponer sistemas 100 % estatales.

Mientras políticos, académicos y «politólogos» se extasiaban promoviendo cambios constitucionales, el Chile real era carcomido por narcotraficantes, terroristas, inmigrantes ilegales y la corrupción de los empleados públicos.

Un gran contingente de funcionarios amigos del régimen, no han sido capaces de lograr avances en materia económica y social.

El feminismo extremo, la agenda 2030, la inclusión, la igualdad, los derechos y las mascotas, son los temas que capturaron el discurso oficial.

El presidente Boric, de manera forzada por los acontecimientos, intenta dar señales de madurez política, haciendo llamados a la unidad y al trabajo común.

Boric pretendió al iniciar su gobierno, transformarse en un líder regional, con propuestas globales ajenas a las urgencias de su propio país.

Tras el resultado de las elecciones en Argentina, en Ecuador y en Paraguay, Boric se desmarca de los tiranos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

En este peligroso juego político, Boric no tiene más camino que concentrarse en Chile, dejar de viajar y hacer las tareas urgentes.

Después del plebiscito y a diferencia de elecciones anteriores, no hubo manifestaciones en la calle. En Chile no hubo triunfadores.

El resultado fue una respuesta ciudadana al cansancio de la política vacía, de la verborrea y de jóvenes políticos que nunca en su vida trabajaron y que hoy disfrutan de buenos salarios pagados por los contribuyentes. En dos años más, Chile volverá a respirar.