Margarita Lozano (1931-2022)
Más allá de la musa: «Yo no soy fetiche de nadie»
La intérprete fue una de las grandes figuras del cine español del siglo pasado y tuvo papeles importantes en películas de Luis Buñuel, Pasolini, Mario Camus, los hermanos Taviani o Manuel Gutiérrez Aragón
Margarita Lozano
Actriz
Fue musa de Buñuel y Pasolini y consagró su vida a la interpretación, tanto en el teatro como en el cine
De Margarita Lozano se ha destacado, ante todo, su papel como fuente de inspiración. Fue un icono del cine español del siglo XX y musa de grandes directores como Luis Buñuel o Pier Paolo Pasolini. Pero su papel fue más activo que pasivo en el séptimo arte patrio.
Fallecida a los 91 años en su casa de Puntas de Calnegre, en la que vivía retirada desde hacía décadas, la intérprete se convirtió en una de las grandes figuras de la gran pantalla en España. Con la confianza de Luis Buñuel, consiguió un papel en la cinta Viridiana que acabaría suponiendo el inicio de su meteórica carrera. Y es que en la película estrenada en 1961, única Palma de Oro del cine español en Cannes, la actriz interpretó a la criada Ramona, que tiene una escena memorable jugando una partida de tute con los personajes encarnados por Francisco Rabal y Silvia Pinal. Buñuel quedó tan admirado de sus capacidades interpretativas que, aunque en el guion el protagonismo de Ramona era reducido, le integró finalmente en otras secuencias no contempladas.
Fue luchadora, visionaria y valiente desde el principio de su juventud y el descubrimiento de su vocación. Nacida en Tetuán en 1931 y criada en la ciudad murciana de Lorca, Margarita Lozano se trasladó a Madrid a los 19 años con la premisa de estudiar diseño y moda, pero allí descubrió su amor para la interpretación. Enamorada del teatro, quiso ingresar en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (que después se convertiría en la Escuela Oficial de Cinematografía, EOC), y cuando sus padres trataron de impedírselo, decidió emprender su sueño por su cuenta.
El grueso de sus trabajos los desarrolló en las décadas de los 50 y 60. El director Miguel Narros la dirigió en algunos de los proyectos teatrales más importantes de la época: Fedra, de Miguel de Unamuno (1957); Las tres hermanas, de Antón Chéjov (1960); La señorita Julia, de August Strindberg (1961); La camisa, de Lauro Olmo (1962); El caballero de Olmedo, de Lope de Vega, y La dama duende, de Calderón de la Barca. El poder interpretativo de Lozano sobre las tablas sobrepasaba con crecer la capacidad directiva de cualquier director de escena, que veía en ella no ya una promesa, sino una actriz con músculo actoral desarrollado, sólido y todavía en expansión.
Más allá del teatro, la joven Margarita Lozano comenzó pronto a brillar en el cine, lo que supuso para ella reconocimiento dentro y fuera de nuestras fronteras. Tras rodar Los Tarantos, dirigida por Francisco Rovira Beleta y protagonizada por Carmen Amaya, y Los farsantes, ópera prima de Mario Camus sobre la vida de unos cómicos ambulantes en la que su personaje dignifica un humillante striptease, decidió bajar el ritmo en España.
En Italia firmó algunos de sus grandes papeles, sobre todo en la década de los 80 al lado de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani. Rodó cuatro películas con ellos: La noche de San Lorenzo (1982), Kaos (1984), Buenos días, Babilonia (1987) y El sol también sale de noche (1990). «Volví (al cine) por los Taviani. Nos encontramos paseando el perro y 15 días después me llamaron para La noche de San Lorenzo», reconocería la actriz, que se había alejado de las cámaras después de casarse con un ingeniero italiano, con quien pasó la vida entera viviendo en lugares como Madagascar, Burkina Faso o Marruecos.
La actriz también trabajó con otras grandes figuras del cine italiano como Pier Paolo Pasolini (en Porcile, 1969, por ejemplo) o Sergio Leone (Por un puñado de dólares, 1964, en la que tuvo un papel muy secundario). Tuvo que luchar a menudo con ese sambenito de «musa de» y contra los comentarios que veían algo retorcido en el favoritismo de algunos directores hacia ella. «Yo no soy fetiche de nadie, lo que pasa es que cuando trabajo, si estoy a gusto, se crea una gran relación y mucha amistad», confesaba en 1998 al diario El País.
Su última aparición en los escenarios fue, bajo la dirección de Amelia Ochandiano, en el clásico La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, entre 2005 y 2007, después de haber interpretado poco antes La vida que te di, de Pirandello, dirigida por Miguel Narros, su gran amigo dentro y fuera de los escenarios. En las últimas cuatro décadas de trabajo solo actuó en el teatro cuatro veces por propia decisión. Aunque ya estaba retirada, el cine y el teatro de nuestro país vive desde su muerte días de luto por una mujer que supo llevar la interpretación patria más allá de las por entonces rígidas fronteras de nuestro país.