¿Fiesta Nacional? Más bien una vergüenza nacional
Es mentira flagrante que el nuncio pueda representar a ningún otro Estado soberano porque la soberanía no es delegable. Y si el ministro de Exteriores, señor Albares, que es diplomático de carrera, no sabe eso, convendría que vuelva a presentarse a la oposición después de estudiar un poco
La celebración de la Fiesta Nacional el 12 de octubre en el paseo de la Castellana de Madrid tuvo para mí dos factores relevantes: uno, el público, numerosísimo y con aspecto de no ser exactamente los votantes y manifestantes de Núñez de Balboa. Perdí la cuenta de la cantidad de ciudadanos negros –lo siento, no eran de color, eran negros– que me crucé por el Paseo de la Castellana con banderas de España, varios de ellos con pendientes en sus orejas, alguno de ellos con crucifijos colgando de esos aretes. En cambio, el otro factor relevante es que la organización por parte del Gobierno fue verdaderamente lamentable. Y no se puede culpar de ello a la ministra de Defensa, que dudo que propiciara algunos de los despropósitos del día, varios de ellos totalmente fuera de sus competencias.
Es difícil recordar una bronca al presidente del Gobierno similar a la que recibió ayer Sánchez. Ni siquiera Zapatero, con los méritos que acumulaba, estuvo nunca cerca de esto. Así las cosas, es comprensible que cuando la caravana del Rey, terminada la parada militar, enfilara por la Castellana rumbo al Palacio Real, el coche del presidente del Gobierno huyera por una perpendicular para evitar la bronca que recibía sin respiro. Comprensible, sí. Vergonzoso, también.
Ayer, día de la Hispanidad, no se invitó al acto al Cuerpo Diplomático acreditado en España aduciendo la Covid, que es el bálsamo de Fierabrás de todo lo que se quiera prohibir o impedir. Algo sin precedentes en ningún país serio. Y yo diría que ni en las dictaduras bananeras. Ni siquiera se invitó a los embajadores hispanoamericanos en el día de la Hispanidad. Y se dijo que el Nuncio de Su Santidad los representaba a todos. Mentira flagrante. El nuncio, como decano del Cuerpo Diplomático, es el interlocutor privilegiado para que se respeten los intereses de ese Cuerpo Diplomático. Pero no puede representar a ningún otro Estado soberano porque la soberanía no es delegable. Y si el ministro de Exteriores, señor Albares, que es diplomático de carrera, no sabe eso, convendría que vuelva a presentarse a la oposición después de estudiar un poco.
Fue especialmente lamentable la ausencia de la Princesa de Asturias, no sé a instancias de quién. Una Princesa de Asturias siempre puede perder un día de clase para venir a la Fiesta Nacional. Un avión del Reino de España podía recogerla temprano y devolverla a última hora de la tarde. Pero alguien creyó más conveniente que la Princesa no estuviera presente. Que se quedara en el colegio como un alumno cualquiera, no como el heredero de la Corona de España. Y el problema es que si se empeñan en decir que la Princesa es como los demás niños de su edad, habrá un día un niño de su edad que, no sin razón, dirá: «Si tu quieres ser como yo, yo quiero ser como tú». ¿Puede haber aviones del Estado para ministros de funciones inverosímiles, pero no los puede haber para que la Princesa de Asturias esté en la Presidencia del desfile del día de la Fiesta Nacional? Claro que, para eso, las 10:30 de la mañana era una hora inconveniente. Inconveniente para la asistencia de la Princesa, pero conveniente para mitigar el número de asistentes que abucheara al presidente del Gobierno. Y, al final, ni lo uno, ni lo otro. Se las ponen a los que quieren acabar con la Monarquía como se las ponían a Fernando VII. Y algunos de ellos, como los ministros Garzón y Castells –¡el preceptor de Don Felipe!– después del desfile no fueron al Palacio Real.
Es incomprensible que en la tribuna de la Presidencia de la parada militar, detrás de Su Majestad el Rey estuviera el teniente general de la Guardia Civil don Domingo Martínez Palomo, secretario general de la Casa del Rey, sin su uniforme reglamentario. Que un teniente general esté en la Presidencia de una parada militar vestido de civil a mi me parece una vergüenza. Y me duele mucho decirlo.
Y de la audiencia en Palacio Real debo decir que casi entiendo la fuga de Garzón y Castells. Ante los Reyes desfilaron 140 personas en 15 minutos y a su casa. Por supuesto sin tocarse. ¿De verdad alguien cree que ésa es la recepción que deben dar los Reyes de España? Si la Covid era una excusa, mejor haberla aplicado con todas sus consecuencias. A mí me parece una vergüenza que el Rey de España reciba así en el Palacio Real el día de la Fiesta Nacional después de un desfile militar como el que vimos ayer. Qué lástima tan grande. No paramos de mejorar.