El odio a los ricos
España es el único país del mundo en el que tener dinero se considera un demérito e incluso algo de lo que avergonzarse
Astrid Lulling es una señora luxemburguesa que cuenta 92 años y durante un cuarto de siglo fue miembro electo del Parlamento Europeo en las filas del Partido Popular Europeo. Su largo paso por la Cámara le dio mucha auctoritas entre sus compañeros de bancada y sus discrepancias eran escuchadas con cuidado.
En el año 2009 se estaban produciendo las audiciones de los candidatos a ser comisarios europeos. Ya saben: cada país presentaba su candidato y el Parlamento Europeo tenía que dar el visto bueno. En esas compareció un potencial comisario que rondaba los 60 años y que en su lista de bienes tenía por todo patrimonio 35.000 euros. La señora Lulling inmediatamente se levantó y dijo que bajo ningún concepto iba ella a apoyar para formar parte del Gobierno de Europa a una persona que en seis décadas de vida sólo había logrado acumular esa cantidad de dinero. Claro, que eso era en el Parlamento Europeo. En el Congreso de los Diputados lo hubiesen aclamado y elevado en loor de santidad a la Presidencia del Gobierno.
España es el único país del mundo en el que tener dinero se considera un demérito e incluso algo de lo que avergonzarse. Tenemos una izquierda que en lugar de reivindicar a un miembro de la clase trabajadora que ha triunfado con su esfuerzo personal hasta llegar a estar entre los hombres más ricos del mundo, se le critica y descalifica hasta cuando hace donaciones multimillonarias a la sanidad pública.
En el caso de la política se da además el absurdo de exigir la declaración de hasta el último céntimo de tu patrimonio. Algo ridículo. Si todos tenemos que declarar nuestra renta y patrimonio a Hacienda todos los años, ¿qué necesidad hay de hacer una declaración más? Tener que desnudar tu vida privada de esa forma sólo sirve para que muchos de los mejores no estén dispuestos a servir a su país. Me pregunto yo si un gran servidor público –por amor a España– como lo fue Abel Matutes Juan estaría dispuesto en las presentes circunstancias a tener que desnudarse para poder servir a su patria. Si yo fuera él, no lo haría.
Lo peor de todo esto es que la clase política española es de las peor pagadas de Europa, por más críticas hipócritas que se haga a los sueldos de nuestros representantes. Si las personas de posición acomodada prefieren no aceptar que les hagan una radiografía a sus bienes y el sueldo que se paga a un diputado es discreto, en el mejor de los casos, es inevitable concluir que, con demasiada frecuencia acaban siendo diputados los que no valen para otra cosa. Y así va España, claro. No tiene arreglo. Este Reino se va desmontando día a día, en una meticulosa labor.