Miedo a la esclavitud
El miedo, la fobia, incluso el pánico, se apodera de la persona y hace que sufra hasta tal punto que puede llegar a padecer un ataque de ansiedad
«Isabel, no sé qué me pasa, pero cada vez que menganita me habla de matrimonio, me pongo nervioso, empiezo a sudar y noto como si mi corazón se me fuese a salir». Con este tipo de frase muchos de los pacientes que veo en consulta delatan uno de sus mayores miedos: el de comprometerse.
Desde hace ya más de una década ha ido surgiendo un perfil de persona que cuando le llega el momento de dar un paso hacia adelante en su relación se ve incapaz de hacerlo, pues lo consideran una suerte de esclavitud. El miedo, la fobia, incluso el pánico, se apodera de la persona y hace que sufra hasta tal punto que puede llegar a padecer un ataque de ansiedad. Se trata de un nuevo (ya no tan nuevo) síndrome denominado SIMON.
Este hace referencia, por un lado, a la sigla S de soltero. Personas que se instalan, bien en la soltería, bien en relaciones en las que la implicación es, por lo general, escasa.
La I de inmadurez afectiva. Se trata de personas con un perfil psicológico interesante: grandes trabajadores, cultos, con cantidad de hobbies y de amigos. A los que el mundo de las emociones les resulta complicado. Piensan que las relaciones fluyen por sí mismas, llegando incluso a tener una idea equivocada de lo que es una relación.
La M hace referencia a que suelen tener un fondo materialista. Se refugian en el consumismo creándose necesidades que no son tales. Les gusta ir bien vestidos, muy a la moda o tener los últimos gadgets del mercado. Gran parte de los pasos que creen dar en su vida están relacionados con la compra de cosas: el nuevo IPhone, un coche mejor, una casa más grande…
Y ello está relacionado con la O, de obsesionado con el trabajo, pues tienden a ser muy responsables en su ámbito laboral. No obstante, se trata más bien de un refugio. Este tipo de personas dan mayor importancia al trabajo que a los temas afectivos, de modo que el trabajo termina siendo su baluarte.
Esto les lleva a creerse y sentirse muy especiales, únicos, superiores al resto, lo que hace referencia a la N de narcisistas. Tienen un cierto amor desordenado por ellos mismos. Aunque difícilmente lo reconocerán, una parte de ellos se consideran mejores que los demás.
Casi perfectas por su amor al trabajo, su saber estar, su presencia física e incluso por sus conversaciones, estas personas esconden un pavor a comprometerse afectivamente. A todo ello, se une querer controlarlo todo (las emociones y sentimientos propios y ajenos), considerar realmente que pueden –o se merecen– estar con alguien mejor, y no querer correr la misma suerte que la de ya demasiadas parejas rotas que les rodea.
El problema es que la felicidad, entendida como la sensación de estar bien con uno mismo, no reina en los SIMONes, pues sin libertad no hay felicidad. Y no hay mayor «esclavitud» que el miedo al compromiso.
La solución: evidentemente no hay una única. Bien harían las parejas felices (tantas que hay) en no solo ser felices sino también demostrarlo. ¡Cuántos se lanzarían a dar el Sí Quiero!