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El astrolabioBieito Rubido

Me gustaría poder hablar bien de Sánchez

Actualizada 04:17

Ojalá encontrase poderosos argumentos para escribir y hablar bien de mis gobernantes, eso sería una magnífica señal. Ya sé que es prácticamente imposible, porque nadie puede contentar a todos y Sánchez no coincide conmigo en casi nada pero, aun así, me gustaría concordar con él o viceversa. Sería bueno que, en general, el desempeño de un gobernante en una sociedad democrática avanzada y abierta, como creemos que es hoy España, obedeciese a esa elevada virtud de trabajar por el bien y el interés común. Eso, y no otra cosa, es lo que convierte a la política en una de las más nobles actividades a las que una persona puede dedicarse. Por eso a mí me gustaría que Sánchez no fuese mentiroso ni autoritario. Por ejemplo, sería muy de mi agrado que no subiese el IVA de las mascarillas al 21 por ciento en enero. O que la luz bajase de verdad al nivel de 2018 y, de paso, que no fuésemos el país de la OCDE que más impuestos clava a sus ciudadanos. También me parecería muy bien que trabajase por la concordia y la convivencia pacífica de todos los españoles. Que supiese alcanzar acuerdos con los constitucionalistas y no con golpistas y antiguos terroristas, que defendiera la unidad de España sin ambages y que lograse un consenso en materia educativa con la otra parte de España a la que no representa, pero sí impone su Gobierno. Incluso estaría genial que defendiese a aquellos españoles que en Cataluña quieren estudiar y hablar en castellano. Tampoco es algo tan grave lo que yo le pido a este gobernante. De este modo, seguro que hablaríamos bien de él. Pero Sánchez se empeña en lo contrario, y mientras vemos cómo nos endeudamos hasta límites nunca vistos, mientras la inflación amenaza con arrasar con nuestro bienestar, el inquilino de la Moncloa se dedica a volar en el Falcon y a despreciar a la mitad de España que no piensa como él. Y así, claro, es imposible poder escribir algo bueno de él.

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