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Cosas que pasanAlfonso Ussía

In video veritas

Camps aguantó el temporal de las calumnias y las infamias, y los tribunales le han dado la razón. Ahora se la conceden a Rita Barberá, cuyo corazón no pudo resistir la vil persecución de los adversarios, ni la deslealtad y cobardía de muchos de sus compañeros del Partido Popular

Actualizada 07:46

Plenamente de acuerdo con el artículo de Bieito Rubido «Perdón, Rita», director de El Debate. Conocí mucho a Rita Barberá, la gran alcaldesa que devolvió a Valencia la realidad del mar. Y también traté frecuentemente al presidente de la Generalidad de Valencia Francisco Camps, el de los trajes de El País. Jamás escribí contra ellos porque siempre confié en su inocencia. Dijo Alfonso Guerra en los años de la santa transición, que una victoria electoral en Valencia garantizaba el triunfo en las elecciones. Cuando Rita triunfó en las municipales, el horizonte triunfador del PSV –PSOE–, se esfumó. Y con Camps en la presidencia de la Generalidad del Viejo Reino, lo mismo. Había que derribarlos. Y en esa batalla cruenta por desprestigiarlos, someterlos a toda suerte de injusticias judiciales, machacando la honorabilidad y el prestigio de ambos, tuvo mucho que ver el periodismo de los sicarios. Camps aguantó el temporal de las calumnias y las infamias, y los tribunales le han dado la razón. Ahora se la conceden a Rita Barberá, cuyo corazón no pudo resistir la vil persecución de los adversarios, ni la deslealtad y cobardía de muchos de sus compañeros del Partido Popular. Y Valencia, ahora, tiene de alcalde al majadero de las Reinas Magas y la suspensión de honores al Rey, y Ximo Puig, el sonriente, y Mónica Oltra, la «bella huertana», descomponiendo todo lo que crearon entre Rita Barberá y Francisco Camps. Ellos pusieron a Valencia, no sólo recuperándola hacia el mar que durante siglos vivió a sus espaldas, sino organizando dos eventos que convirtieron a Valencia en el centro de la atención mundial. La Copa América de vela, y el Gran Premio de Fórmula Uno. El caso de Rita puede ser el de Isabel Díaz Ayuso. Su fuerza popular que tanto apabulla a Casado, Teo y Gamarra, solo podrá ser vencida por la ingrata deslealtad de su propio partido político.

El periodismo servil fue, en gran medida, el instrumento para culminar la gran infamia contra Rita y Camps. En soledad, en un hotel de Madrid cercano al Congreso de los Diputados, el corazón de Rita se detuvo, lejos de su adorada Valencia. Quería para su tumba,

El azul de La Albufera,

La luz de la Malvarrosa,

Mi Virgen, junto a una rosa,

Mi Cristo, junto a un clavel.

El aroma de la piel

De mi Valencia adorada.

No quiero en mi tumba, nada

Que confunda en su apariencia.

Quiero trabajo, decencia,

Amor y jamás cizaña.

Mi Señera de Valencia,

Y mi Bandera de España.

Rita se fue, la echaron del Partido Popular, y pasó a pertenecer al Grupo Mixto del Senado. Aquello no sentó bien en el Partido Popular. In video veritas. En el vídeo, habla Javier Maroto. Junto a él, asintiendo, un Pablo Casado sin barba. Maroto dedica un largo párrafo de groserías deleznables a Rita Barberá por no haber renunciado a su escaño en el Senado. No lo hizo para no claudicar ante la mentira. Y de ese largo párrafo, elijo esta sentencia infumable e inadmisible: «Rita Barberá, en el final de su carrera política, no ha ejercido ni la dignidad ni la ejemplaridad». In video veritas.

Como escribe quien nunca la criticó, Bieito Rubido: Perdón, Rita.

Y mucho cuidado, Isabel.

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