López
Pachi, que ya no es nada excepto veraneante en Comillas porque no se atreve a tomar el sol en Ondarreta ni en Sopelana, está obligado a decir esas majaderías e infamias porque se debe al pesebre común
–¿Sabes que durante unos meses fui un «maketo»?
–¿Tú, un «maketo»?
–El que te habla.
El que me hablaba era Antonio Mingote.
Antonio Mingote, terminada la Guerra Civil en la que tomó en soledad Barcelona dos días antes de ser liberada por el Ejército Nacional, el vencedor, ingresó en la Academia de Guadalajara para proseguir su carrera militar. Y con las dos estrellas de teniente de Infantería, fue destinado a San Sebastián. Y se echó novia en Tolosa. Una tolosarra de aúpa. Diariamente, el teniente Mingote Barrachina, cubría la distancia entre San Sebastián y Tolosa a caballo. Y paseaba con su novia por los alrededores de la ciudad papelera. Él, montado sobre su caballo, y ella, a su lado, en una bicicleta Orbea. Y hablaban mientras se agarraban de una mano. Él con el brazo derecho caído y ella, con el izquierdo alzado. Así hacían manitas. Y un párroco de Tolosa, en su homilía dominical, denunció en el púlpito aquella relación, un amor muy extravagante.
–Como te podrás figurar, el noviazgo entre un jinete y una ciclista, con un novio que no renuncia al caballo y una novia que pasea en bicicleta, es un amor puro, no un capricho efímero.
Pero el párroco no tuvo piedad en la Misa de 12 de un domingo: «En nuestra ciudad, una bella «neska» tolosarra, da escándalo todos los días paseando de la mano con un oficial del Ejército, un «maketo». No obstante, el amor duró hasta que el teniente Mingote cambió de destino a un acuartelamiento de Madrid. El caballo se quedó en San Sebastián sin jinete «maketo», y la novia dejó de montar en bicicleta, mientras aliviaba sus melancolías.
Escribí algunos días atrás, que el «maketo» en las provincias vascas y el «charnego» en las catalanas, con el fin de adaptarse e introducirse en sus cerradas sociedades supremacistas, terminaban siendo más nacionalistas que los vascos y catalanes de raíces autóctonas. En la ETA han asesinado a inocentes muchos lópeces, garcías y sáncheces. Y en Cataluña, el apellido más común no es Papiolas ni Pirretas, sino Hernández, como Xavi, el salvador del Fútbol Club Barcelona. En Vizcaya, el apellido preponderante es López, como Pachi López, ese «maketo» indecente.
Pachi López, hijo de un destacado militante socialista, llegó al escalón más alto de la autonomía vasca. Nada menos que a «lehendakari», el presidente autonómico, birlándoselo al PNV gracias al apoyo que recibió de los parlamentarios del Partido Popular. Sin los votos del PP el «lehendakari» hubiera sido del PNV, como Garaicoechea –mientras fue presidente del Gobierno vasco–, Ardanza, Ibarretxe, y, en la actualidad, Urkullu. Pachi siempre fue muy blandito con la ETA y Herri Batasuna, con cuyos dirigentes se reunió más de lo debido. Y conformó con el siniestro e indecente socialista vasco Jesús Eguiguren, un tándem deplorable. Copas y risas con Otegui. Negociadores con la ETA. Y ahora, para justificar el pacto de Sánchez con los bilduetarras, López el «maketo» ha tenido la ocurrencia de declarar que el pacto con Bildu lo ha provocado el PP, que protagoniza en las Vascongadas una «oposición indecente». Tan indecente, que gracias a esa indecencia logró ser «lehendakari». Conozco a muchos políticos vascos del PP en el País Vasco que son otra cosa que indecentes. Son héroes, como lo fue la familia Abascal, sin ir más lejos.
Pero Pachi, que ya no es nada, excepto veraneante en Comillas, porque no se atreve a tomar el sol en Ondarreta ni en Sopelana, está obligado a decir esas majaderías e infamias porque se debe al pesebre común. Y si el administrador y dueño del pesebre ordena pactar con la ETA, se pacta con Bildu y boquita cerrada. El complejo del «maketo» infectado. La novia tolosarra de Antonio Mingote, vasca por los cuatro costados, fue mucho más valiente que Pachi López.