Firma InvitadaFrancisco Manuel Gámez Otero

Christus domini (El Ungido del Señor)

«Fuimos ungidos para ser otros Cristo en la tierra, en éste mismo tiempo y ante los peligros que nos asechan»

Actualizada 04:30

La Misa Crismal, presidida por el obispo de la diócesis y su presbiterio, celebrada antes de Pascua, es un paso a la unidad y plena comunión. El mejor testimonio de los testimonios es buscar lo que siempre Cristo deseo para su Iglesia: «Para que todos sean uno, como tú y yo somos uno» Jn,17,21.

En un mundo donde todo se cuestiona, tenemos que salvaguardar no solo el depósito de la fe, sino buscar lo que nos une por ser presbíteros de una diócesis con el obispo que nos preside en la caridad. En la Misa Crismal, los sacerdotes renovamos nuestras promesas sacerdotales, estas mismas promesas que harán desde que fuimos llamados por Jesucristo y admitidos en su Iglesia, dirigirnos a la santidad. El «sí quiero por la gracia de Dios», solo sale por los labios sacerdotales, aquellos que perdonan por misterio de Dios, aquellos labios que pronuncian diariamente las palabras de la consagración, donde Dios se hace presente en cada comunidad, desde el pueblo más pequeño hasta la misma capital, labios que consuelan a los enfermos con las palabras del Evangelio, labios que enseñan desde las homilías al pueblo de Dios, labios que guardan silencio ante la adversidad, labios que en su vida deben de santificar.

Fuimos ungidos para ser otros Cristo en la tierra, en éste mismo tiempo y ante los peligros que nos asechan, pero siempre en la confianza de que hemos sido llamados a ser el cristal trasparente y puro, que permite dejar pasar la luz de Cristo, ya que aquellos que se acercan a nosotros y nos requieren en sus vidas, lo que buscan es a nuestro buen Dios y para esta misión hemos sido constituidos en tan alto ministerio, para reflejar a Cristo con nuestra propia vida y señalar como San Juan Bautista ante quien tienen que detener su mirada. Una de las principales tareas y vida de los sacerdotes es la administración de los sacramentos, óleo de los catecúmenos bendecido este día, para aquellos que recibirán como la gracia más sublime de su vida el Bautismo y desde ese momento serán hijos por el Hijo de Dios y la fuerza de rechazar en sus vidas el pecado que tanto hiere al mismo Corazón de Cristo. Óleo para los enfermos, donde experimentan y nosotros mismos experimentaremos cuando enfermamos, el consuelo de Dios físico y espiritual. Qué importante es que el sacerdote ponga en su agenda la visita de nuestros enfermos, tarea que es de las principales como ministro ordinario de la misma. Óleo santo del Crisma, donde se consagra para ungir en el bautismo, confirmación, orden sacerdotal, así como los altares de las Iglesias.

En definitiva podemos decir que la rica liturgia de la misa Crismal, es la que nos hace entender cómo debe funcionar una diócesis que pretende santificar al pueblo, que quiere poner su mirada en Aquel que viene a santificarnos, a ayudarnos en nuestras dificultades diarias, que busca que estemos unidos a nuestro obispo que es garantía de unión con Dios y de comunión con el Sucesor de los Apóstoles, que nos llama a ungir ya no a unos pocos, sino a todo el pueblo de Dios, para que sean sacerdotes, profetas y reyes, en definitiva volver nuestra mirada al Dios hecho hombre, que en este tiempo de Semana Santa nos va a abrir con su muerte y su resurrección, las puertas de la eternidad. Por esto, podemos decir que los óleos sagrados son garantía para que esta vida sea con la ayuda de Dios y el impulso real del Espíritu Santo, la búsqueda de lo eterno por encima de lo temporal, la búsqueda de la vida por encima de la muerte, en definitiva ,es poner a Dios en lo concreto de la vida.

Francisco Manuel Gámez es sacerdote y párroco de Nuestra Señora de la Asunción de Palma del Río.

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