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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Feliz Ramadán, Pedro

Nadie tan débil ni tan incompetente ha logrado apropiarse tan bien de la lluvia en tiempos de sequía y librarse de los fuegos que sí ha prendido

Actualizada 12:40

Pedro Sánchez se irá de vacaciones a dos palacios, a falta de uno, con cierto olor a victoria personal: los Presupuestos Arruinados del Estado, aprobados; la farfolla laboral, a punto de caramelo y el pueblo, acongojado como el famoso pelo de gamba de Luis Aragonés, tan apropiado para una Nochebuena crustácea.

Que a España le vaya como a la China de Mao importa menos, en el universo sanchista, si él puede seguir contando su Gran Salto Adelante, saldado en su versión original con hasta 30 millones de muertos por hambre gracias a ideas de casquero que aquí sonarán familiares.

El Gran Timonel quiso acabar con las cuatro plagas que afectaban al campo, e incluyó a los gorriones en el listado de especies dañinas que señalaba a ratones, moscas y mosquitos; con el resultado esperado de toda planificación comunista: proliferaron las langostas, que son a efectos de exterminio agrícola lo mismo que un ministro de Hacienda en términos fiscales.

Pero todo eso importa poco si Sánchez llega a las fiestas de invierno o al solsticio de diciembre, como gusta llamar a la Navidad la misma tropa que felicita el Ramadán sin eufemismos, con el relato del pasado reforzado y el del futuro diseñado: hacia atrás, y por factores ajenos, logró sacarnos «más fuertes».

Y hacia adelante, cuando esa fortaleza de cartón piedra se desmorone como la casa de paja del más vago de los tres cerditos, la sexta ola vírica y mediática justificará el hundimiento de la inexistente recuperación: todo le encaja a un presidente con habilidad para exculparse de lo que sí es responsabilidad suya y arrogarse lo que le es ajeno, con una habilidad que obliga a postrarse de hinojos.

Nadie tan débil ni tan incompetente ha logrado, sin embargo, apropiarse tan bien de la lluvia en tiempos de sequía y librarse de los fuegos que sí ha prendido, lo que dice mucho y bueno de la alternativa, sea parlamentaria o social: sí, hacemos el tonto como el panadero Thomas Farriner que quemó medio Londres a mediados del siglo XVII por dejarse encendido un horno; pero no cruzamos determinadas líneas rojas ni aceptamos el todovalismo como guía vital.

Cuando llegue enero y Sánchez nos cuente la milonga de que el estropicio anticipado ya por todos los organismos internacionales es culpa de una nueva ola vírica desatada a posteriori, recordemos al menos la foto real que nos deja la Nochebuena:

El megavatio a 400 euros; el pánico inducido como nueva variante del virus; un jefe de ETA en los aledaños del Gobierno; un Rey intervenido y otro desterrado; el IPC más disparado que el ego de Sánchez; un presidente asultanado en Las Marismillas y, eso sí, la ligera esperanza en que algún día tanto despropósito acabe y las mayorías sensatas puedan con los trucos contables de tantas minorías encamadas en matrimonios de conveniencia.

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