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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Lo que va de Mario a Pedro

Mario ha dado confianza, mientras en Pedro ya no cree ni el gurú que lo fabricó: Mario gestiona el despegue de la economía italiana y Pedro los restos del naufragio al que nos ha llevado

Actualizada 02:37

Llámenme ilusa, pero cuando leí que The Economist había elegido a una nación del sur de Europa, de sangre caliente y lengua latina, como «país del año» me dio tal alegría que corrí a comprar las mejores uvas moscatel para tomarlas pasado mañana. Seguí leyendo el enunciado y hablaba de que el país distinguido «había enterrado este año sus diferencias, en apoyo a un programa de reformas profundas». Ahí ya casi se me atragantan las uvas que aún no había comido. Pero todavía había esperanza. Fue al toparme con el último de los epígrafes: «Su primer ministro es un político ‘competente y respetado internacionalmente’», cuando se me cayeron todos los palos del sombrajo. Me dije, desengáñate, no se trata de España.

Qué poco dura la alegría en casa del pobre, decía mi padre. Creí que este 2021, que Dios guarde en su gloria, podría cerrarlo con una buena noticia que nos recompensara de tantos sinsabores, tantas cepas asesinas, tantos improperios proferidos, tanto tiempo desperdiciado en despellejarnos, tanta mentira y tan poca verdad, pero la publicación británica no condecoraba a España, sino a un Estado que ha tenido la inmensa fortuna de ser gobernado por un patriota que además ha resultado ser un buen político: Mario Draghi. En España, con la primera de las virtudes, nos hubiera llegado.

Este economista romano llegó a la presidencia del Gobierno con el objetivo implícito de salvar a los italianos de sí mismos y lo ha conseguido. A pesar de no ser elegido en las urnas, es uno de los dirigentes europeos más valorados. Tras habernos dado en los nudillos a los españoles y a otros díscolos europeos, durante la anterior crisis, con la regla del gasto desde el Banco Central Europeo, Súper Mario ha rebajado los impuestos a los italianos en 8.000 millones de euros, ha reducido el IVA a los pequeños empresarios, ha aplazado la presión fiscal a algunos alimentos, ha cumplido todas las exigencias de Europa para recibir los fondos del Plan de Recuperación, ha vacunado masivamente a sus ciudadanos y hoy, tras la marcha de Merkel, es considerado en Estados Unidos el político más poderoso de Europa.

Mientras Italia, la desordenada Italia, la caótica Italia, brilla gracias a su primer ministro, nuestro Gobierno ha recibido de The Economist un cero patatero en gestión económica durante la pandemia: el que más ha caído en ingresos familiares (-6,3 por ciento) y el que ha perdido más inversión (-6,5 por ciento). Mario ha dado confianza, mientras en Pedro ya no cree ni el gurú que lo fabricó: Mario gestiona el despegue de la economía italiana y Pedro los restos del naufragio al que nos ha llevado; Mario aspira ahora a ser jefe del Estado italiano y Pedro deteriora al nuestro como tributo a sus costaleros parlamentarios. A Mario lo quieren los italianos y a Pedro, a pesar del auto homenaje que se hará hoy, «lo devorará –como el Gran Gatsby– el polvo inmundo que flotaba en la estela de sus sueños».

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