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El observadorFlorentino Portero

La impertinente realidad

Utilizamos el término «estratégico» cuando queremos referirnos a algo que afecta al devenir de una comunidad. La energía lo es y no puede sorprendernos porque lo viene siendo desde hace siglos. Ha sido un grave error no valorar suficientemente la necesidad de no depender en exceso de fuentes extranjeras

Actualizada 03:51

Recuerdo que, en mis años escolares, cuando dábamos nuestros primeros pasos en la clase de filosofía nos explicaban que realidad «es lo que es». De ahí se derivaba que sólo podía haber una verdad, en ocasiones esquiva, obsesivamente esquiva, hasta el punto de caracterizar el sentido de nuestras vidas. Años después, cuando estudiaba historia en la universidad, constaté que si la realidad es una, su percepción es múltiple. En ciencias sociales tan importante «es lo que es» como «lo que parece». De hecho, en política contemporánea algunas fuerzas políticas, y consiguientemente algunos medios de comunicación, no buscan representar o informar sino crear opinión. El «relato» se convierte en el eje de la acción, dejando a un lado su veracidad. Es más, en el marco conceptual del relativismo se rechaza impúdicamente su existencia. En un ejemplo de ridículo voluntarismo se habla de «mi verdad», de «tu verdad»… El problema es que, por mucho que nos empeñemos, la realidad «es lo que es» y por mucho que tratemos de diseñar mundos paralelos en los que el relato se imponga, al final tendremos que pagar el precio de nuestro infantil voluntarismo.

Los europeos, es verdad que unos más que otros, nos adentramos por el camino de la defensa del medio ambiente, del combate contra la contaminación y la defensa de las energías limpias, sostenibles, verdes, renovables… con desmedida pasión, más propia de las nuevas religiones sin dios que de la actitud más profesional característica de la gestión de las políticas públicas. Está claro que casi todos queremos vivir en un planeta más limpio, pero para lograrlo hay que tener en cuenta cuáles son nuestras capacidades y qué tiempos necesitamos para lograrlo.

La Comisión Europea ha reconsiderado los planes previos y ha planteado considerar la fisión nuclear y el gas como energías sostenibles. Las circunstancias que estamos viviendo –alza de los precios de la energía, problemas de abastecimiento, utilización del suministro como chantaje diplomático– han llevado a la Comisión, presidida por una alemana particularmente afín a la señora Merkel, a reconocer que hubo más fe que razón en el diseño de la transición energética. La impertinente realidad, una vez más, se ha hecho presente, recordándonos que querer no es poder, que hay circunstancias que se nos escapan y, sobre todo, que la energía no es sólo un factor económico.

Utilizamos el término «estratégico» cuando queremos referirnos a algo que afecta al devenir de una comunidad. La energía lo es y este hecho no puede sorprendernos porque lo viene siendo desde hace siglos. Su suministro es un factor crítico para la viabilidad de nuestros complejos modelos industriales y su precio tiene efectos inmediatos sobre la inflación. Ha sido un grave error no valorar suficientemente la necesidad de no depender en exceso de fuentes extranjeras.

La madurez de una sociedad se puede medir calculando la distancia entre «lo que es» y «lo que parece». En otras palabras, el futuro de una sociedad depende de su valor y de su inteligencia para enfrentarse a la realidad tal cual es.

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