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El observadorFlorentino Portero

La frontera oriental

Mientras los aliados se agitan, Putin va fijando posiciones

Actualizada 01:50

Los nervios aumentan a medida que aumenta el contingente militar ruso en la frontera con Ucrania. Suben de tono las declaraciones al tiempo que los organismos de referencia se sienten en la obligación de pronunciarse.

La política rusa es fácilmente comprensible, aunque no siempre sea sencillo predecir su siguiente paso. Las fronteras de 1914 son para Moscú irrenunciables, si bien no en un estricto sentido jurídico. No se trataría de una integración en la soberanía nacional, sino de garantizar su condición de estados satélites, incluso vasallos. Putin lo ha repetido: la descomposición de la Unión Soviética ha sido un desastre cuyas consecuencias se harán notar durante largo tiempo. En cuanto al resto de Europa los objetivos rusos siguen siendo dos: la retirada de Estados Unidos, finiquitando el «vínculo trasatlántico», y el «divide y vencerás» entre los estados de la Unión Europea, para adaptar su política a los intereses de Moscú. Los pasos en estas direcciones no responden a un calendario fijado. No se trata de un ejercicio de project management. La política tiene más de arte que de ciencia. Se avanza cuando se dan las condiciones apropiadas. A nadie puede extrañar que este nuevo pulso se ejecute en pena transición del Gobierno alemán y mientras se realizan las primarias francesas.

Durante su visita a Europa el presidente Biden dejó claro que los problemas en el área eslava correspondía gestionarlos a la Unión Europea. Revivíamos los días en los que el entonces presidente Clinton nos indicaba que la crisis balcánica era un tema que sólo nosotros debíamos resolver. Al final Clinton tuvo que enviar a sus tropas y Biden ha tenido que volver a entrevistarse con Putin. Ni la Unión Europea ni Alemania ni Francia son actores con la auctoritas necesaria para contener a Rusia, una potencia que entiende la acción exterior desde su totalidad, combinando profesionalmente todos los instrumentos a su disposición.

Mientras los aliados se agitan, Putin va fijando posiciones. Ucrania no tiene derecho a controlar su territorio de soberanía. Si sus fuerzas armadas continúan avanzando en la región de Donbás, Rusia intervendrá militarmente. No habrá paz mientras se mantenga abierta la invitación a que los estados que fueron parte de la Unión Soviética se incorporen a la Alianza Atlántica. Son soberanos, pero sólo hasta cierto punto.

Hace ya tiempo que el Gobierno ruso concluyó que le interesaban unas sólidas malas relaciones con la Unión Europea y desde entonces actúa en consecuencia. Algo que Bruselas no parece querer aceptar. Pensar que un régimen de sanciones puede ser suficiente para contener a Rusia es de una ingenuidad pasmosa. Las sanciones no lograron que Franco se moviera un ápice ni que Castro cediera. En realidad, en ambos casos sólo lograron fortalecer a los respectivos regímenes. Amenazamos con sanciones porque hemos renunciado al resto de los instrumentos que tenemos a nuestra disposición. La Europa postmoderna está desarmada en todos los terrenos.

Mientras tanto, seguiremos deshojando la margarita de las intenciones reales de Putin. El zar mide fuerzas, valora circunstancias y hará aquello que pueda llevar a cabo con un coste razonable. 

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