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Perro come perroAntonio R. Naranjo

El trabajo os hará libres, españoles

2022 se estrena con la luz al triple de precio de Alemania con la mitad de su salario; la amenaza segura de una reforma fiscal que empeore aún más el cuarto mayor latrocinio tributario del mundo; con una inflación de posguerra y un sistema económico feudal que asfixia al trabajador y al empresario...

Actualizada 03:51

En la monumental «Shoah» de Claude Lanzmann, el mayor documental sobre el horror nazi que comienza con un bucólico paseo en barca por un río y termina, ocho horas después, sin mostrar un enjuto cadáver judío; se narra cómo la perversa maquinaria propagandística del Reich apacigua el desembarco de millones de judíos en Birkenau, Treblinka o Sobibor desplegando una siniestra parafernalia tranquilizadora a su llegada en largos convoyes ferroviarios donde ya habían empezado a morir.

El siniestro «El trabajo os hará libres» popularizado por Auschwitz pero utilizado en otras franquicias de la muerte, algunas de ellas «cogobernadas» por los propios judíos como la de Terezin en Chequia; solo es el truco más conocido. Había más.

Particularmente siniestra era la antesala de algunas cámaras de gas, una especie de vestuario que, bajo el nombre de «Centro de recepción internacional», saludaba a los visitantes forzosos para hacerles desvestirse antes de entrar sin rechistar a la ducha letal con zyklon B.

De la sorprendente cooperación ovina del rebaño que somos con nuestros propios verdugos o de la complicidad logística de gentes aparentemente normales, incluso mediocres y pánfilas, en la ejecución de un perverso plan global de exterminio, ya teorizó Hannah Arendt en su célebre ensayo sobre el juicio a Eichmann.

Pero de las dotes propagandísticas del régimen, más allá de las recetas de Goebbels y de las películas de Leni Riefensthal, quedan aún muchas conexiones que hacer con la técnicas más vigentes de la intervención política en las sociedades tecnológicas y en red del presente.

La comentada película «No mires arriba», ni tan mala ni tan buena, pero con moralejas reconocibles globalmente, lo intenta un poco al plantear la estúpida reacción colectiva a la inminente colisión de un cometa de diez kilómetros de diámetro contra la tierra que acabará con la humanidad.

Desde el negacionista idiotizado hasta el apocalíptico interesado, pasando por el periodista frívolo; el político cínico y hasta el científico ególatra; todos son patrones reconocibles en las sociedades modernas, incluyendo al ciudadano medio que compra una de las dos opciones por mero prejuicio y se dedica luego a hacerse el mejor selfie mientras el final se acerca.

A los judíos pudientes, al principio de todo, les entregaban folletos sobre el gueto al que podrían ir donde su cárcel y su tanatorio se presentaban como una especie de balneario en la costa.

Los iban a matar, pero al gasto en balas, gas y horno no convenía añadirle el de una mudanza forzosa. El marketing nazi no obedecía a una morbosa variante de la piedad, sino a un mero abaratamiento de costes económicos y de estallidos sociales: mejor estabular ovejas mansas que toros de lidia.

Salvemos ahora las distancias, sí. Son obvias y toda comparación entre el sanchismo y el nazismo es improcedente e insostenible. Pero sí hay una coincidencia en la manera de entender la relación con el ciudadano para llevarle al puerto deseado.

El año ha comenzado con subidas salariales en la Administración Pública, incluyendo las del Gobierno más mastodóntico de Europa; y con todo él de vacaciones, sin menoscabo además del abono de dietas en un Congreso inhábil en enero.

Para usted, sin embargo, 2022 se estrena con la luz al triple de precio de Alemania con la mitad de su salario; la amenaza segura de una reforma fiscal que empeore aún más el cuarto mayor latrocinio tributario del mundo; con una inflación de posguerra y un sistema económico feudal que asfixia al trabajador y al empresario y se traduce en la mayor destrucción de PIB de Europa, el menor crecimiento y las peores tasas de paro femenino y juvenil del continente.

Y sin embargo, o tal vez por todo ello, en la entrada a este campo que es España, en un letrero que de lejos puede confundir hasta leerse por error «Arbeit macht frei», lo que pone al acercarse es aquello de «Salimos más fuertes».

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