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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Mamporreros

Los mismos que denunciaban el célebre plasma de Rajoy, más leyenda urbana que costumbre habitual, miran para otro lado cuando Su Sanchidad veta sin pudor alguno a los medios de comunicación que no le compran la burra

Actualizada 04:39

Allá por 2011, cansados del monologuismo de los políticos y de su incipiente tendencia a no admitir preguntas incómodas, un grupo de periodistas de lo más variopinto lanzamos una atrevida réplica coral que, bajo el lema Sin preguntas no hay cobertura, fue tal vez el intento más serio de dignificar este oficio que ejercemos en nombre de los ciudadanos.

Se me olvidarán nombres, claro, pero por allí andaban de una forma u otra la desaparecida Concha García Campoy, Jesús Maraña, Julia Otero, Juanra Lucas, Fede Quevedo, Carlos Alsina, Alfonso Merlos o Miguel Ángel Oliver, siete años después nombrado secretario de Estado de Comunicación.

La respuesta fue tan plural y a la vez homogénea que terminaron haciéndola suya la APM y la FAPE e incluyó un perspicaz sistema de señalizar las noticias procedentes de intervenciones sin derecho a réplica: si no podíamos evitarlo y tampoco obviarlo siempre, que al menos se avisara al lector, oyente o espectador de las lamentables condiciones en que recibían ese sucedáneo de la información.

Y se hizo lo mismo con Zapatero, aún presidente durante unos meses, que con Rajoy. O con Carme Chacón y Luisa Fernanda Rudi, por citar ejemplos de todos los partidos.

Aquello murió porque el periodismo se parece más al ejército de Pancho Villa que a los espartanos de Leónidas y todo atisbo de organización tiene el mismo futuro que el dueño de un piso vacío en la Barcelona okupa de Colau.

Pero una década después, asistimos en directo al fenómeno contrario: quien señala a los medios es el Gobierno; y quienes se callan, lo respaldan o hasta lo aplauden son los mismos que, no hace tanto, se sumaban a un razonable frente común contra los abusos de la política.

Los mismos que denunciaban el célebre plasma de Rajoy, más leyenda urbana que costumbre habitual, miran para otro lado cuando Su Sanchidad veta sin pudor alguno a los medios de comunicación que no le compran la burra, cojitranca y desnutrida pero presentada como un corcel por Moncloa y vendida como un purasangre por sus masajistas de cabecera.

A Sánchez le juzgará el erial que va a dejar cuando la suerte le deje a él; como a Zapatero le definió el legado de déficit oculto que guardaba en un cajón mientras presumía, el muy irresponsable, de «campeón social».

Pero a sus cómplices necesarios solo les puede juzgar usted, haciendo algo tan sencillo y revolucionario como elegir qué lee, qué ve y qué escucha. En este juego equino, sabemos quién es el jinete de pega y cuál es la mula que cabalga. Pero que luego no se nos olvide que, para completar la estampa, hacen falta mamporreros.

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