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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Ideas para repatriar al Rey Juan Carlos a España

Su Majestad tendrá más apoyo del Gobierno si dice que es de ETA, está afiliado a ERC, secuestra a sus hijos o va al registro y dice que se quiere llamar Isabel

Actualizada 04:13

Señor,

Se me han ocurrido un par de ideas que quizá puedan ayudarle en su tarea de regresar a España, que lleva usted ya más tiempo fuera que la madre de Marco, aquel niño de nuestra infancia que lo pasaba peor que una menor internada en un centro tutelado por Mónica Oltra.

Alguna ya se la he sugerido en directo a su buen amigo Carlos Herrera, de lo que puede dar fe el propio director de El Debate, Bieito Rubido, presente en el lugar de los hechos para ejercer de contrapunto gallego al despliegue leonés de José María Fidalgo, antiguo pívot titular de CCOO hoy reciclado en Shrek de las ondas.

Le sugiero, Majestad, se haga pasar usted por jefe del comando Abu Dabi de ETA y, con ese cartel, haga telefonear a Pequeño Marlaska, Ministro de Interior y Cabify de terroristas, para que le comunique la especie a Pedro Sánchez en cuanto tenga cobertura en el Falcon o deje libre la línea tras media hora diciéndole eso de «venga, va, cari, cuelga tú» a Henri Parot.

Aunque le cueste pasar por lo que no es, entienda usted que los beneficios superan de largo a los inconvenientes: si se presenta como miembro de ETA, le permitirán volver a su país, le buscarán un piso, le apuntarán a cursos de jardinería, le organizarán homenajes públicos con fuegos artificiales y, si le acaba apeteciendo, le terminarán poniendo de lehendakari.

Pero si acaso esa vía no funciona o la desecha por excesiva, me permito sugerirle algunas más. Una simple afiliación a ERC, sin pasado terrorista y con apenas un par de antecedentes golpistas de nada, puede obrar el milagro sin necesidad de hacerse partícipe de las andanzas de ETA ni oscurecer la luminosa trayectoria del celoso Pedro Sánchez en ese ámbito: Otegi es suyo, y de nadie más.

Si nada de ello le convence, o hay demasiada gente en esa cola y no está usted para prolongar esperas, me permito proponerle otras estrategias, tal vez algo radicales pero eficaces en esta España sanchista instalada en una fiesta eterna que ni Boris Johnson y Francina Armengol juntos.

Pruebe, y perdone Su Majestad la osadía, a cambiarse de sexo sin cambiárselo, utilizando la Ley de Libertad Sexual de Irene Montero que permite esa metamorfosis de saldo yendo cinco minutos al Registro Civil.

Si tiene la suerte de encontrar allí a alguien trabajando en lugar de en paradero desconocido para defender a tope lo público y denunciar la saturación; podrá pasar usted a ser la Reina y elegir el nombre que le plazca, si bien me permito sugerirle el de Isabel para demostrarle a unas cuantas petardas que ya hubo una señora emancipada hace 500 años que, con dos ovarios, descubrió América y recuperó España de los okupas que tanto estimulan a Iglesias y Colau mientras no toquen sus residencias particulares.

Una vez sea usted Isabel, Señor, secuestre a sus hijos, aunque sean talluditos hijos son, y por mucho que la ultraderecha le llame a usted Juana la Loca en lugar de Isabel la Católica, recibirá el respaldo de la vicepresidenta Penélope Glamour; de las ministras Azúcar Montero y de Alberto Garzón si alega Su Majestad que lo hizo para librarles de una dieta carnívora y adentrarles en el apasionante mundo de la quinoa y el bulgur.

Y si tampoco funciona nada de eso por separado, dada la manía que usted despierta en devotos del juez Lynch y defensores de la gata Flora, pruebe a hacerlo todo a la vez en un rap como Valtonyc, con el nombre artístico de MC Queen, por ejemplo: cante y proclame a los vientos que es de ETA, dio un golpe de Estado en Cataluña, se llama Isabel, raptó a sus hijos y es vegetariano no binario.

Lo indultaran, con honores, y si hay que darles un último empujoncito, no descarte tatuarse falsamente algo en los glúteos y denunciar una agresión homófoba y nazi: en dos minutos está en España, si tanto lo desea, y se deprime usted con todos nosotros, pirata. Usted sabrá lo que quiere, Señor, pero lo mismo, bien mirado, no se está tan mal un poco alejado de Libertonia.

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