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Desde la almenaAna Samboal

Pedro y Pablo aún duermen juntos

En otro país o en cualquier otra circunstancia de nuestra historia, Iglesias habría sido un predicador del odio o un resentido más de esos que van enredando por las tertulias de la tele. Pero su cercanía al poder le hace especialmente peligroso

Actualizada 04:27

Pablo Iglesias es el personaje tóxico que haría las delicias de cualquier psiquiatra con paciencia. Siempre me he preguntado si ese desmedido afán de dinero y poder responde, más que a un anhelo de cambiar el mundo –inherente a cualquier sano aspirante a desarrollar una carrera política–, a un dramático complejo de inferioridad. Me temo que es más bien lo segundo. Lo cierto, en cualquier caso, es que, en ese afán de venganza, de notoriedad, envenena todo lo que toca. Ha destrozado Podemos, el partido que le encumbró hasta la Vicepresidencia del Gobierno, siembra cizaña un día sí y otro también en la agenda diaria de ese mismo Ejecutivo del que ya no forma parte y contribuye con denuedo cada vez que tiene la oportunidad a enrarecer el devenir de su país.

Con descaro lacerante, dice que, ahora que ya no se dedica a la política, ya puede decir la verdad. Y al decirlo, miente de principio a fin. Una vez más. En primer lugar, porque sigue dedicado a la política. Desde fuera, como observador y crítico y, desde dentro, al menos por su acceso a los datos, como lo demuestra el hecho de que está bien informado –antes que los ciudadanos– de las encuestas que hace el CIS. Faltaba a la verdad antes de entrar en la Moncloa –recordemos aquello de «cabalgar las contradicciones»–, durante y después.

En otro país o en cualquier otra circunstancia de nuestra historia, Iglesias habría sido un predicador del odio o un resentido más de esos que van enredando por las tertulias de la tele. Pero su cercanía al poder le hace especialmente peligroso. Esa proximidad la revela su mensaje en Telegram informando a sus amigos, antes de que se publicaran, los resultados de la encuesta preelectoral del CIS en Castilla y León. ¡Un escándalo! Por mucho menos, ha llamado la CNMV a declarar a su sede a ciudadanos privados que han hecho compras o ventas en bolsa antes de que se produjeran operaciones empresariales. Mucho más dinero está en juego en unas elecciones que en un movimiento de cartera de inversión.

En Estados Unidos, habrán tomado buena nota. Por muy mermada que sea la capacidad de Biden frente a sus predecesores, difícilmente podrán confiar en un Gobierno que difunde información confidencial con tanta ligereza a enemigos declarados de sus intereses. Con Iglesias como adalid de la nueva edición de «No a la guerra», Zapatero de embajador especial de los intereses de Nicolás Maduro y Julio Navalpotro haciendo relaciones políticas bilaterales con la dictadura de La Habana, ya se puede Pedro Sánchez poner camisas de todos los colores a la hora de fotografiarse al teléfono en la Moncloa, que dejará el poder sin llenar en su álbum la imagen de la tertulia en el despacho oval de La Casa Blanca. Perderemos todos, porque en esas reuniones no sólo sale reforzado el prestigio de un presidente, también se ventilan proyectos, intereses mutuos y relaciones comerciales. 

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