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GaleanaEdurne Uriarte

La estupidez de las naciones

La inmensa mayoría de los vascos se comunica en español, piensa en español, trabaja en español, y luego hace como que desfila, cuando las autoridades nacionalistas, en compañía del PSOE, llaman a la celebración del día de la raza, que es ahora el día de la lengua

Actualizada 04:15

El euskera es mi lengua materna, el idioma en el que me hablaban mis padres, una de las dos lenguas de mis reuniones familiares, pero también el instrumento del nacionalismo para imponer una identidad forzosa a los vascos, y que sustituye a la raza de Sabino Arana. A falta de raza, que ni existe ni se tolera en las sociedades actuales, lengua. De la misma manera que en Cataluña, con la imposición, vía instituciones y sistema educativo, de la mentira de que la lengua verdaderamente vasca es el euskera, y la verdaderamente catalana, el catalán.

Tras el franquismo, una de mis primeras experiencias de la vocación totalitaria del nacionalismo fue en el inicio de mi vida universitaria, cuando mis compañeros nacionalistas decidieron que debíamos hablar en euskera entre nosotros. Personas cuya lengua de comunicación habitual era el español, por mucho que nuestra lengua materna fuera el euskera, debíamos hacer patria nacionalista, renunciando a nuestra lengua de comunicación, algo muy parecido a lo que han hecho el sistema educativo vasco y catalán desde entonces.

El texto que acaban de consensuar el PNV, Bildu y el Partido Socialista en el Parlamento Vasco hace exactamente lo mismo que mis compañeros de universidad a fines de los setenta: proclamar el euskera como lengua nacional del País Vasco y exigir que sea «el eje vertebrador de su sistema educativo», lo que incluye también «las relaciones no formales entre alumnado y profesorado», es decir, que en el patio se hable también en euskera, como mis viejos compañeros en el bar de la facultad. Y esto se pretende imponer por ley en una sociedad en la que no llega al 15 por ciento la gente que usa el euskera en la calle, y donde la mitad ni lo entiende ni lo habla, porque la lengua mayoritaria de los vascos es el español.

Es la estupidez de las naciones, la sustitución del objetivo de la formación y el conocimiento por la sacralización de la lengua y la creación de buenos nacionalistas, formados en la correcta identidad. Una estupidez aceptada por muchos sectores de la sociedad vasca y catalana, por un partido que presume de modernidad como el PSOE, y por intelectuales encantados con el autoritarismo identitario. Satisfechos todos ellos de poner a desfilar en uniforme de euskera o catalán a vascos y catalanes para demostrar la grandeza de la nación de los nacionalistas.

Y a pesar de todo, tengo la esperanza de que la estupidez no lleve necesariamente a la decadencia. Porque todo este montaje identitario es boicoteado por muchos ciudadanos silenciosos, que creen en la gran ficción nacionalista más o menos como los que se manifiestan en las movilizaciones de las dictaduras comunistas, nada o casi nada. Y que fingen integrarse en el gran paripé, pero se escapan de él por múltiples vías. Décadas de ingentes cantidades de dinero dedicadas a la formación de la identidad nacionalista no han conseguido ningún aumento del euskera como lengua de verdadera comunicación. Ahora, como cuando yo estaba en la universidad, la inmensa mayoría de los vascos se comunica en español, piensa en español, trabaja en español, y luego hace como que desfila, cuando las autoridades nacionalistas, en compañía del PSOE, llaman a la celebración del día de la raza, que es ahora el día de la lengua.

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