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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Ayuso no dijo ninguna tontería

En España es tiempo de hacer lo que ya se hace en otros países: cuestionar los tabúes de la ideología de género

Actualizada 09:29

Yoon Suk-yeol acabó convirtiéndose en fiscal general de Corea del Sur. Anteriormente, había trabajado durante 27 años en diversos puestos en la fiscalía y destacó como un látigo implacable contra la corrupción, incluidos casos contra importantes políticos y uno en el gigante tecnológico Samsung. Hace un año decidió pasar a la política y ahora acaba de ganar las elecciones de su país como candidato del partido conservador Poder del Pueblo. ¿Y qué proponía Yoon Suk-yeol, de 61 años, en su campaña electoral? Pues mejorar las condiciones de vida de los surcoreanos reduciendo la desigualdad, dar facilidades a las empresas para nacer y crecer sin losas fiscales ni burocráticas, acercarse más a Estados Unidos y alejarse de China… Pero en su programa había una promesa destacada más: suprimir el Ministerio de Igualdad. ¿Y cuál era su argumento para ello? Muy sencillo: «No se puede decir que en Corea de Sur exista hoy una discriminación por sistema de las mujeres». Y ha ganado las elecciones. Es decir, la mayoría del público surcoreano compartía su punto de vista, en contra de lo que daba a entender la carcasa de la corrección política.

Otro breve apunte de interés. En Florida, el gobernador republicano del estado, el católico Ron DeSantis, acaba de sacar adelante una ley que prohíbe adoctrinar sobre materias de identidad sexual y LGTBI a los niños de las guarderías y de los tres primeros cursos de primaria. «Enviamos a los niños a la escuela y queremos que aprendan lo básico, y algunos de esos temas simplemente no eran apropiados para esas edades. Los padres deben tener una protección frente a eso». En resumen, ¿qué ha hecho DeSantis? Muy sencillo: proteger a los niños frente al lavado de cerebro de la llamada «ideología de género». Es decir, se puede decir no al rodillo. No existe obligación de plegarse a los dogmas de la izquierda.

Los dos ejemplos anteriores muestran que es posible confrontar la ingeniería social del llamado «progresismo» y recibir el respaldo de la mayoría social al hacerlo. Dado el agravamiento de la crisis económica por la guerra de Ucrania, Isabel Ayuso propuso en la pasada cumbre de presidentes autonómicos que sería mejor destinar a ayudas a las familias los 20.319 millones que pretende dilapidar la muy doctrinaria Irene Montero de aquí al 2023 en su «Plan Estratégico de Igualdad Efectiva». Al Orfeón Progresista le ha faltado tiempo para salir a poner verde a la presidenta de Madrid o chotearse de su propuesta. Pero Ayuso no dijo ninguna tontería. La verdadera estupidez estriba en saquear todavía más las arcas públicas para costear un plan que no tiene más objeto que fomentar un feminismo excluyente y de extraña obsesión con la homosexualidad. Es indiscutible que resulta mucho más útil y perentorio apoyar con ese dinero a los hogares, que empiezan a estar con el agua al cuello por el subidón de la inflación mientras Sánchez divaga y toca la lira.

A Isabel Ayuso le va bien porque es la dirigente de su partido que se atreve a cuestionar con más valor y claridad una ideología que la izquierda quiere hacer pasar como la única admisible y el marco social en el que todos debemos movernos. Al nuevo líder de su partido le vendrá bien tomar nota, porque la economía no lo es todo, aunque sea clave. El PP no curará sus dolencias si se conforma con ser solo un PSOE un poco más serio en lo que hace a la unidad de España y algo más aseado en la gestión. Se está dirimiendo una liza cultural y de ideas de enorme interés, que puede ser ganada (y más en un país que sigue siendo mayoritariamente católico). Pero solo se logrará si se presenta batalla, claro.

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