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Pecados capitalesMayte Alcaraz

A Yolanda se le indigestan los langostinos

A la espera de saber en qué consiste el «error en los pliegos», ese eufemismo que esconde un «nos han pillado» como una casa

Actualizada 18:19

Cuando voy a la compra siempre me hago una lista porque si no, las manos no solo se me van al pan, sino al chocolate belga, a las gambas blancas de Huelva y a las botellas de vino prohibitivas. Mi madre siempre me dijo que la compra, mejor cuando se acaba de comer que en ayunas, y preferiblemente sin salirse de lo que uno necesita. Pero mi madre sabía que no estaba criando una ministra, militante comunista de las de lo mío, mío, y lo tuyo, de los dos. Ni mi padre era un jerarca sindicalista, como el de Yolanda Díaz, esos estajanovistas que han acreditado con creces su gusto por la siesta, la buena mesa, los langostinos tigre, los bares de lucecitas y todo, claro, pagado con el dinero que no es de nadie (cómo echamos de menos a Carmen Calvo): es decir, el de ustedes y el mío

Ayer el Ministerio de Trabajo suspendió el contrato de la escandalosa lista de la compra del Ministerio de Yolanda, del que informó en primicia mi compañera Ana Martín el pasado sábado en El Debate. Una listita que incluía bagatelas tales como 4.000 botellas de Rioja (y eso que se lo quieren cargar catalongándolo de bebida alcohólica), 4.800 latas de cervezas (la cebada también con alcohol, claro), 1.490 kilos de merluza (espero que gallega), 120 kilos de gambas y 200 de langostinos: aquí, en el marisqueo, veo yo de largo un sentido homenaje al padre sindicalista. Es decir, 824.395 euros en surtir de viandas gourmet las cocinas ministeriales porque ya se sabe que pasar modelos por las teles, hacer arrumacos a los agentes sociales y tuitear a destajo, da hambre… para asar una vaca y comérsela. Por cierto, 350 kilos de lomo de vaca de primera también ocupaban un lugar destacado en las demandas gastronómicas, ahora anuladas por la exclusiva de este periódico, y sin que, por el momento, tamaña herejía progre le haya generado un jamacuco ecologista a Alberto Garzón, compañero comunista también muy dado a predicar tofu y comerse chuletones.

Hay que tener en cuenta que el Ministerio que ahora echa marcha atrás por «error en los pliegos» (habrase visto mayor cara dura), se llama de Trabajo y Economía Social. Así, ¿quién no va a entender que en el complejo del Paseo de la Castellana se trabaje socialmente dándole al langostino de Sanlúcar o a los pepitos de crema o chocolate? Que los españoles sufren la inflación más alta de los últimos años, pues a la vicepresidenta le importa tanto como que a Irene Montero no le haga caso ya ni Pablo Iglesias. Un pepino, pero de primera calidad también. Tengamos en cuenta que la ministra es un ejemplo andante de la economía social: no solo se gasta pasta gansa en alimentos burgueses, típicos de la ultraderecha (los pobres transportistas beben día sí y día también, cava brut nature) sino que vive en una casa del Ministerio, de 443 metros cuadrados, con la luz, el agua, el gas (indexado o no, tanto le da) a cuenta del presupuesto público. Lo que viene a ser un completo comunista.

Menos mal que todavía hay medios de comunicación que, como este, sirven la verdad a los ciudadanos, menos sabrosa que los langostinos, pero indeclinable en una democracia plena. Es decir: la mejor manera de parar los abusos que las políticas chulísimas guardan en su letra pequeña. A la espera de saber en qué consiste el «error en los pliegos», ese eufemismo que esconde un «nos han pillado», como una casa, y atendiendo al gusto de Yolanda por lo chachi-pandi (por eso terminará en el PSOE), le dedico la letra descacharrante de La Cabra Mecánica: «En el mismo folio. La lista de la compra y una canción (...). En oferta. Vaya precios sin competencia. Una mano pide al cielo. La otra en el cajón del pan (...). Tú que eres tan guapa y tan lista... tú que te mereces un príncipe, un dentista».

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