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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Excelentísima señora

El primer trabajo publicado abre o cierra los caminos

Actualizada 03:19

Mi primer trabajo periodístico se desarrolló en el Servicio de Documentación del diario Informaciones, en la calle de San Roque. Su director fue un gran señor, Jesús De la Serna, y su subdirector era un pedantuelo Juan Luis Cebrián, de conocida raigambre falangista. El Servicio de Documentación lo dirigía Guillermo Medina, que no era ni chicha ni limoná, y allí coincidí con Joaquín –Jimmy–, Giménez-Arnau, José Luis Martín Prieto, Víctor de la Serna Arenillas, José Luis Rodríguez Alfaro… y María Antonia Iglesias (q.e.p.d), que ya apuntaba ocurrencias. Para que los lectores se aperciban de la extravagancia de cierto periodismo, puede servirles de ejemplo el primer texto de mi autoría que se publicó: La Reactivación de la Política Económica en Yugoslavia. Sabía que no lo iba a leer nadie y me inventé más de la mitad del artículo. Se lo presenté a Medina y éste comentó: «Bien, bien, me gusta su doble sentido». Y se publicó. Lo que demuestra que el periodismo económico está al alcance de cualquiera.

El primer trabajo publicado abre o cierra los caminos. Un camarero del restaurante Salvador de la calle Barbieri estuvo a punto de truncar para siempre la trayectoria de un genio. Y me refiero a Antonio Mingote. Se publicó su primer dibujo en ABC, y Antonio y unos amigos fueron a celebrarlo a Salvador. En aquellos años, ABC lo era todo, y más que todo. El camarero, que era suscriptor del diario de la calle de Serrano, le comentó a Mingote al tiempo que le servía un plato de menestra: «No me ha gustado su dibujo. En mi opinión, no tiene fundamento». Mingote estuvo a punto de renunciar para siempre.

Un día, llegó recomendado al Servicio de Documentación de Informaciones un chico excesivamente poco espabilado. Lo había recomendado Juan March, y aquel periódico pertenecía a diferentes bancos.

Al cabo del tiempo, el chico fue despedido, y el presidente del Consejo se vio obligado a darle explicaciones al millonario mallorquín: «Don Juan, su recomendado, sinceramente, no sirve. E incumple el horario. Y hace faltas de ortografía. No sabe cuánto lamento proporcionarle este disgusto». March estuvo comprensivo: «A su edad es intolerable que llegue retrasado al trabajo. Lo de las faltas de ortografía no tiene tanta importancia, porque también las hace Emilio Romero, el director de Pueblo. Y no me proporciona ningún disgusto. Lo recomendé sabiendo que era completamente tonto. De ser listo, lo habría contratado yo para alguna de mis empresas».

El chico tonto, cuya identidad oculto, no empezó bien. Su primer trabajo serio fue el de redactar un breve pie de foto. En la foto, aparecía Luis Miguel Dominguín del brazo de su mujer, Lucía Bosé. Y el chico escribió: «Mario Cabré abandona una discoteca del brazo de una de sus habituales conquistas». Guillermo Medina corrigió el texto y nada sucedió. Su segundo trabajo fue el de redactar otro pie de foto. La esposa del Jefe del Estado, doña Carmen Polo, había acudido a orar ante la imagen de la Virgen de Atocha. Y el chico no lo hizo mal del todo. «Doña Carmen Polo, esposa del Jefe del Estado, Generalísimo Franco, ofrece un ramo de flores a la Virgen de Atocha».

Guillermo Medina leyó el pie de foto y se encaró con el pobre muchacho. «Mucha confianza tiene usted con la señora. Sólo le falta el tuteo. ¡Excelentísima señora, chaval, excelentísima señora!». Y el muchacho corrigió su complicado texto: «Doña Carmen Polo, esposa del Jefe del Estado, Generalísimo Franco, ofrece un ramo de flores a la Excelentísima Señora Virgen de Atocha». Y así se publicó. Aquella semana, Evaristo Acevedo destacó la errata en su «Comisaría de Papel de La Codorniz».

Y el tonto, de tonto ni un pelo. Casó con millonaria madura sudamericana, quedó viudo a los pocos meses, y aún vive en Miami con su octava mujer, Rosalinda Gracia, que podía ser su nieta.

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