Somos incómodos
Una de las exigencias que ha realizado el Ministerio de Trabajo es que todos los empleados de esta Casa hagamos un curso de riesgos laborales en la red. Un curso al que he tenido que dedicar un día entero de trabajo y que es obligatorio realizar en horario laborable, con el lucro cesante que eso implica para la empresa
Confieso que hoy he estado a punto de no escribir mi columna porque el Ministerio de Trabajo casi me lo impide. Pero al final he preferido contarles cómo ha intentado la ministra Yolanda Díaz que no tuviera tiempo de cumplir con el deber por el que cobro un sueldo. Quizá recuerden ustedes que el pasado 26 de marzo El Debate publicó destacadamente en su portada una noticia titulada «La lista de la compra del Ministerio de Trabajo: 4.000 botellas de Rioja y 200 kilos de langostinos» lo que complementábamos con el dato de que «El departamento de Yolanda Díaz gasta 824.395 euros en surtir sus cocinas. Figuran también 4.800 latas de cerveza con alcohol, 1.490 kilos de merluza y 120 kilos de gambas». Tres días después, nuestro titular era otro: «Trabajo suspende el contrato de los 200 kilos de langostinos y 4.000 botellas de Rioja por un 'error en los pliegos'». No parece que el error haya sido corregido todavía.
Dos semanas después y en plena Semana Santa, Trabajo, casualmente, por supuesto, comenzó una inspección en El Debate en la que nos han pedido todo tipo de datos inverosímiles, como lo que esta empresa se ha gastado en equipos de protección individual durante la pandemia, lo que, considerando que aparecimos hace seis meses parece un poco forzado.
Les cuento todo esto porque una de las varias exigencias que ha realizado el Ministerio de Trabajo es que todos los empleados de esta Casa hagamos un curso de riesgos laborales en la red. Un curso al que he tenido que dedicar un día entero de trabajo y que es obligatorio realizar en horario laborable, con el lucro cesante que eso implica para la empresa. Y yo me siento obligado a escribirles sobre eso, porque no he tenido un minuto para prestar atención a nada más. Yolanda Díaz tiene maneras muy hábiles de conseguir que no nos fijemos en lo que hace su Gobierno.
El temario es verdaderamente inverosímil. He tenido que estudiar un capítulo dedicado a la electricidad en el puesto de trabajo donde se me explica que «los empalmes no se realizarán con cinta aislante, sino se sustituirá (sic) el cable o se realizará mediante fichas de conexión en el interior de las cajas». O que «cuando se conecta un aparato eléctrico mediante alargaderas, se comprobará que la alargadera dispone de toma a tierra». Y cuando llevaba veinte minutos estudiándome el temario de electricidad, llegué al punto clave en el que doy toda la razón a Yolanda Díaz: «Las instalaciones eléctricas solamente las manipularán personal especializados» (sic) Así que ya me dirán ustedes para qué hay que estudiarse ese temario.
Más adelante nos ponen un caso práctico: «Juan y Luis estaban realizando unos trabajos de mantenimiento en la Estación de Canfranc antes de que llegara la ventisca que se esperaba. Juan resbaló en un montón de nieve y cayó hasta el borde de un acantilado. Juan al caer se rompió la pierna derecha y se dislocó la rodilla izquierda, por lo que era imposible caminar. Luis no podía ayudarlo para andar (…)» Créanme que siento las desgracias de Juan y el castañazo que se pegó, pero no entiendo qué tiene que ver la Estación de Canfranc con un piso en el barrio de Chamberí de Madrid donde no hay un solo escalón. Pero en esos riesgos he echado casi una hora.
Capítulo muy interesante ha sido el dedicado a poner a prueba si sé conducir un coche. Claro que en este periódico no te piden carnet de conducir para trabajar aquí y no sé cómo se las van a arreglar para aprobar este examen de Yolanda Díaz los que no conducen.
De los epígrafes dedicados a las picaduras de insectos o a las unidades de medida de la luz, mejor no hablemos.
Estoy a la expectativa de averiguar qué otras iniciativas del Ministerio de Trabajo caen sobre nosotros en las próximas semanas. Pero de lo que no me cabe duda es de que Yolanda Díaz y sus compañeros del Consejo de Ministros se han dado cuenta de que somos incómodos. Afortunadamente.