La España ancilar
Quizá el Gobierno que no tenga más remedio que mantenerse impertérrito, disfrutando de la Moncloa mientras pueda. Porque el disparate de esta pandilla de aficionados sectarios cada vez cala más en el electorado. Las elecciones las gana uno no cuando le votan a él, sino cuando se vota contra el otro
Alberto Núñez Feijóo demostró ayer en El Debate que es posible dar una imagen certera y demoledora del Gobierno de la nación y del momento político presente sin necesidad de insultos y haciendo propuestas concretas, porque como dijo en un momento de su discurso, «la democracia postural es decadente». Y España padece hoy un Gobierno hueco, al que le mandas unas propuestas económicas para intentar consensuar la forma de ayudar a los más pobres y ni siquiera se molestan en leerlas. No digamos ya en contestar. Están convencidos de que España y su economía marchan tan bien que les parece innecesario. Marcha tan, tan bien que a la misma hora en que Feijóo intervenía en El Debate, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, anunciaba en un desayuno organizado por Europa Press su intención de imponer que los trabajadores tengan derecho a puestos en los consejos de Administración. Con lógica comunista pide que la empresa no esté gestionada por los propietarios que pagan los salarios, sino por los empleados que los cobran por otras funciones. Y puso como ejemplo el funcionamiento de Navantia, cuyo propietario es… el Gobierno de España. Cualquier propietario tiene derecho a nombrar a los consejeros que le correspondan en función de su participación en la sociedad. Pero pretender ahora que el Gobierno obligue a los propietarios de empresas particulares a que los trabajadores sean los que den las órdenes a los que han invertido su dinero es una muestra más del disparate que vive España.
Como bien explicó Feijóo, tenemos un Gobierno que rechaza la moderación y apuesta por los radicales y así se encuentra cada día colgado de la brocha como cuando ha tenido que servirse de los partidos de la oposición para que los miembros del Gobierno no derrotaran al propio Gobierno. Y como bien dice el presidente del PP, lo más grave de esta situación es que «Sánchez carece de brújula, pero sus aliados sí la tienen». Es decir, ellos saben lo que quieren hacer con España –echémonos a temblar– pero para Sánchez España es algo ancilar. Lo único que le importa es el beneficio que puede obtener él mismo de su actual posición. Y por ello y «para resistir en el Gobierno, el PSOE ha debilitado el Estado, exponiéndolo a aquellos que no creen en el propio Estado», como afirmó ayer Feijóo. Y precisamente ese 'no es no' de Pedro Sánchez al diálogo con el PP, para el dirigente gallego supone «rechazar la posibilidad de reducir la dependencia de los partidos que no quieren a España tal y como es», es más, la «acentúa», comprometiendo incluso «la propia seguridad nacional».
Pero probablemente, lo más importante de lo que dijo Feijóo en El Debate, fue que cuando en el Gobierno hay partidos que no protegen al Estado, los partidos que representan la alternativa son los que tienen que protegerlo. Y esto hace que «haya hambre de moderación y de volver a la política reposada del debate».
Feijóo hizo estas reflexiones en el mismo día en que por primera vez el barómetro mensual del El País daba al PP como ganador de unas elecciones generales. Y fue preguntado sobre la posibilidad de un adelanto electoral. Como es lógico Feijóo dijo que la fecha de las elecciones será la que más convenga a Sánchez, siguiendo el único principio conocido de su política. Pero por eso es posible que falte mucho menos de lo imaginable para la convocatoria electoral. No hay casi ninguna expectativa de mejora económica sostenible, la división en el Gobierno y su entorno parlamentario se incrementa por días y el auge del PP en los sondeos puede hacer que la irrupción de Feijóo en la política nacional motive a Sánchez para disolver e intentar formar un nuevo Gobierno similar al actual fruto de unas nuevas elecciones. Pero como esas elecciones ya no podrían ser antes de septiembre, es posible que para entonces la cosa esté ya tan mal para el Gobierno que no tenga más remedio que mantenerse impertérrito, disfrutando de la Moncloa mientras pueda. Porque el disparate de esta pandilla de aficionados sectarios cada vez cala más en el electorado y promueve una reacción más numerosa. Las elecciones las gana uno no cuando le votan a él, sino cuando se vota contra el otro.