Cornudos y apaleados
Lo que ayer presenciamos es que, encima de que Sánchez ha humillado a todos los españoles dando entrada en la comisión de secretos oficiales a los diputados de los grupos a los que hay que investigar, eso no parece que esté valiendo para mucho. Y, como mínimo, quieren sacar algo más
Ha sido más que bochornosa la rendición a la que el PSOE ha sometido al Reino de España frente a los golpistas catalanes y los asesinos de ETA. Como es bien sabido, a ambos ha dado acceso a la Comisión de Control de los Créditos Destinados a Gastos Reservados, popularmente conocida como la comisión de secretos oficiales. Sánchez debía creer que había conquistado la voluntad de los que quieren romper España para que le siguieran apoyando. Se ha visto que no fue así. Al menos, al cierre de esta edición.
Ayer Sánchez estuvo suplicando a ERC y al PP para que dieran su apoyo al decreto anticrisis, con muy limitado éxito. Y menos mal que desde el PP no se han dejado llevar por los cantos de sirena. Al menos pide una rebaja de impuestos a las rentas medias y bajas, una bajada en el IVA para la electricidad de acuerdo con las normas comunitarias, una gestión eficiente de los fondos europeos y una reducción en el gasto burocrático y político del actual Gobierno. Cuatro puntos bastante claros. Pero me parece que la reducción del gasto político y burocrático es un objetivo imposible para Sánchez.
En los informativos de una cadena pública se adoctrinaba ayer a la población diciendo que cómo iba a poder el PP oponerse a que le bajaran los precios de la electricidad a la población. O sea, que creas un problema y cuando la oposición no te lo resuelve, le echas la culpa de todo. Ni cuando jugábamos a policías y ladrones con seis o siete años empleábamos argumentos tan pedestres.
Ese prohombre, Gabriel Rufián, insinuó a Sánchez que debía volver a hablar con Alberto Casero, aquella luminaria popular que fue en su día alcalde de Trujillo –donde dejó un recuerdo mejorable– y que consiguió dar su voto a Sánchez para sacar adelante su reforma laboral a la que se oponía el PP. Así que lo que ayer presenciamos es que, encima de que Sánchez ha humillado a todos los españoles dando entrada en la comisión de secretos oficiales a los diputados de los grupos a los que hay que investigar –como muy bien dijo ayer Macarena Olona en el Congreso– eso no parece que esté valiendo para mucho. Y, como mínimo, quieren sacar algo más. Porque Sánchez lleva tiempo demostrando que a cambio de seguir siendo presidente del Gobierno está dispuesto a que le saquen los higadillos.
Han arrastrado por el barro la memoria de nuestras víctimas del terrorismo –es decir, las víctimas de Bildu– para nada. Han dejado a nuestros servicios de inteligencia con una mano atada a la espalda –o quizá con las dos– y ahora pretenden que sea el PP de Feijóo el que venga a rescatarles. Y que les ponga un chalet en La Moraleja, también. Cornudos y apaleados. No puede haber más desfachatez.