Lo que hemos vivido
En Occidente nuestras farmacéuticas han hecho un trabajo fabuloso. Que no nos hace completamente inmunes, pero sí consigue que cuando nos volvemos a contagiar apenas suframos efectos. Mientras que las vacunas chinas son desastrosas y de una eficacia marginal. Y eso que al virus lo engendraron allí
Tenemos la sensación en estos días de que la pandemia de la COVID-19 ha remitido muy notablemente. Y sin duda debe de ser cierto. Todos conocemos a algunas personas que se siguen contagiando y deben guardar unas cuarentenas que son mínimas comparadas con lo que vivíamos hace dos años. Al mismo tiempo hemos tenido el buen augurio de que Sánchez no ha salido a proclamar que hemos derrotado al virus, lo que sin duda contribuye mucho a que la pandemia no resurja.
Tampoco tenemos la seguridad de que si hubiera más información la perspectiva fuese distinta. Es verdad que el Gobierno ha pasado de difundir estadísticas de contagios y muertos (nunca de muertas) diariamente, a sólo dos a la semana. Así es más difícil hacer comparaciones. Pero de lo que no hay duda es de que la Semana Santa con sus procesiones no representó un repunte muy relevante y vamos a ver lo que ocurre con la Feria de Abril –que es en mayo– pero probablemente será algo parecido.
Yo sospecho que el Gobierno de la nación quiere dejar pasar el buen resultado de la gestión actual de la pandemia porque ya todo el mundo sabe que esa gestión de éxito la realizan las comunidades autónomas. Y procuran que se hable lo menos posible de la actuación del Ministerio de Sanidad porque antes o después se conocerán los datos de las contratas realizadas en los momentos de mayor nerviosismo y lo del Ayuntamiento de Madrid con Medina y Luceño va a parecer más propio de primera o segunda casilla del Monopoly, frente a la recta final donde estaban los amigos de Salvador Illa.
Pero sí hay una cosa muy sorprendente en todo este proceso y sobre la que conviene que reflexionen mucho los antivacunas que a todos nos rodean. A lo largo del último mes hemos vivido un repunte grave de la pandemia en China. Tenemos datos espeluznantes de Shanghái donde ha habido en las últimas semanas cientos de miles de personas aisladas en sus casas. En otro momento de esta pesadilla, eso se hubiera traspasado pronto a Europa, con contagios generalizados. Pero esta vez no parece haber ocurrido. A pesar de que no se han cancelado todos los vuelos ni nada parecido. ¿Por qué ahora hay contagios en China pero esa cepa no se expande en Europa de forma grave? Según me asegura quien tiene el conocimiento suficiente para tener una opinión fundada, la clave son las vacunas. En Occidente nuestras farmacéuticas han hecho un trabajo fabuloso. Que no nos hace completamente inmunes, pero sí consigue que cuando nos volvemos a contagiar apenas suframos efectos. Mientras que las vacunas chinas son desastrosas y de una eficacia marginal. Y eso que al virus lo engendraron allí y supieron de él antes que nadie y, quizá por casualidad, nunca nos han informado de que muriera por él alguno de los más de 3.000 miembros de la Asamblea Popular Nacional de China o alguno de los más de 300 miembros del Comité Central del Partido Comunista Chino, el mayor defensor del capitalismo salvaje.
Es decir, esta pandemia atroz en la que hemos perdido tantos amigos y familiares ha representado también un foco de esperanza porque nos ha demostrado que el progreso en Occidente, en los países libres, es muy superior al avance científico de las tiranías. Los comunistas siempre se vanagloriaban de tener una sanidad mucho mejor que las democracias y ya sabemos cuál era la verdad. A Fidel Castro hubo que mandarle un médico desde Madrid. Y las vacunas que hacen Pfizer o Moderna son mil veces mejores que las chinas o las rusas. El progreso va de la mano de la libertad.