Sigue habiendo guerra
La guerra es muerte, miseria, enfermedades, heridas, hambre, sufrimientos, torturas, soledad, tristeza, desarraigo… y padres enterrando a sus hijos. Todo eso está ocurriendo en Ucrania, a apenas dos horas y media de España en avión
Es probable que a medida que se acerque el verano y el ambiente vaya trayendo el olor de las vacaciones, usted crea que ya no hay guerra en Ucrania, pero la hay. Hasta puede considerar que esa guerra no va con usted; pero va, y mucho. Ya no solo porque el precio de la energía se dispara todavía –junto con los errores de este Gobierno– sino también porque continúa el imparable encarecimiento de las materias primas y la incertidumbre económica se ha instalado en todo el mundo y nos complicará la vida. Lo peor, sin embargo, es que en Ucrania se están peleando dos formas distintas de ver la sociedad. La libre, que defiende Ucrania, y la dictadura neocomunista, que da combustible al régimen de Putin. La guerra, además, es mucho más que las frías líneas que podamos leer o las imágenes fragmentadas que digerimos en los informativos de televisión. La guerra es muerte, miseria, pobreza, enfermedades, heridas, hambre, sufrimientos, torturas, soledad, tristeza, desarraigo, desprecios, destierros, migraciones… y padres enterrando a sus hijos. Todo eso está ocurriendo a apenas dos horas y media de España en avión. Muy cerca de aquí, aunque sería igual de terrible, si ocurriese mucho más lejos. Cuántas cosas nobles desaparecen cuando se impone el sonido y la lógica de la guerra. Tal vez nos estemos acostumbrando a ella, pero está ahí, sigue existiendo, aunque nosotros no queramos mirarla de frente.