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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Dos chantajes, dos presidentes

Aznar cometió errores como cualquier persona, pero como presidente no vendió al Estado a pesar de que una vida estaba en juego. Y salvó muchas más

Actualizada 01:57

Dos presidentes. Dos momentos históricos. El primero: julio de 1997. Un atajo de asesinos secuestra a un joven concejal del PP, albañil e hijo de albañil: lo torturan durante 48 horas. Los monstruos, en cuya nómina milita Arnaldo Otegi, chantajean al Gobierno de José María Aznar: o acerca presos al País Vasco o matan a Miguel Ángel Blanco. Pasa una hora, otra, «todas hieren, la última mata», –lema grabado en piedra en el reloj de la torre de la iglesia de Urrugne y que impresionó a Pío Baroja y citó en Zalacaín el aventurero–. Desasosiego, incertidumbre y miedo, sobre todo para los padres del pobre joven, pero también para el jefe del Gobierno, que sabe que si claudica, quizá el concejal de Ermua sobreviva, pero después (como antes ya pasó) asesinarán a otros, a niños, a viejos, a jóvenes, y el Estado habrá perdido la dignidad. Si se cruza esa línea, quizá se salvará una vida pero España será un despojo en manos de ETA. No puede haber concesión, no hay coacción que valga. Blanco aparece casi exangüe en Lasarte y muere en el hospital. Al correr de los años, la autopsia desveló que derramó tantas lágrimas que tenía la cara erosionada.

Segundo episodio histórico. Hace ahora cuatro años, otro presidente, Pedro Sánchez, ata su destino a los herederos de aquellos asesinos y de otros partidos no más recomendables. Ata su destino y el de España. Lo que evitó Aznar con una decisión desgarradora, Sánchez no solo no lo evita, sino que sucumbe; no por preservar la vida de nadie sino por seguir durmiendo en la Moncloa. Ni más ni menos. Aquellos días, Mariano Rajoy salvó sus presupuestos gracias al voto del PNV. Solo 48 horas después, Pedro Sánchez presentó una moción de censura, basada torticeramente en un párrafo prevaricador introducido en una sentencia, que fue aprobada por ese manojo de partidos que lideran algunos ideólogos del tiro a Miguel Ángel.

Los pagos desde ese día a los chantajistas no han cesado: indultos a golpistas, acoso a la Monarquía, demolición del edificio constitucional del Estado, acercamiento de aquellos presos que Aznar no quiso beneficiar, insultos a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, ninguneo a las víctimas de ETA. Ayer, el penúltimo plazo: destrozo del CNI y cambio de la ley de secretos, para convertir a nuestra Inteligencia en un parque de bolas infantil, con pistolas de agua con las que combatir a separatistas, crimen organizado y terrorismo yihadista.

Lecciones de aquellos dos episodios históricos: Aznar cometió errores como cualquier persona, pero como presidente no vendió al Estado a pesar de que una vida estaba en juego. Y salvó muchas más. Sánchez ha malbaratado España por un puñado de viajes en el Falcon y por engordar un ego tan grande como su felonía e incompetencia.

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