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El puntalAntonio Jiménez

En Andalucía había vida después de «la PSOE»

El voto andaluz tiene una lectura nacional inevitable que de confirmarse en ese sentido significaría el cuarto revés electoral del «sanchismo»

Actualizada 02:20

En 16 días los andaluces acudirán a las urnas y según refieren los sondeos públicos y privados es muy probable que el PP gane las elecciones y sume más escaños que todas las izquierdas juntas. Si así fuera, Juanma Moreno Bonilla no sólo habría acreditado un amplio respaldo a su gestión de los últimos cuatro años al frente de la Junta de Andalucía sino que también habría dinamitado definitivamente el espantajo de la derecha anti social que con tanto éxito esgrimió el PSOE durante los 37 años que gobernó para obstaculizar el acceso al poder de una alternativa política.

El «que viene la 'derechona' que os va a quitar 'paguitas', subvenciones, el PER, las pensiones y hasta el médico gratis», aireado desde los tiempos de Alfonso Guerra caló en buena parte entre una población que terminó asumiendo la continuidad del PSOE al frente del régimen andaluz como un mal menor.

Cada elección que había, muchos andaluces resignados por la falta de alternativa nos preguntábamos irónicamente si habría vida en la región sin los socialistas en el poder y efectivamente la ha habido y mejor.

El Gobierno de PP y CS liderado por Moreno Bonilla no sólo ha garantizado las prestaciones básicas del bienestar social de los andaluces sino que ha incrementado en los últimos cuatro años los indicadores económicos de Andalucía, empezando por una mejora sustancial del empleo. Sólo en mayo el 33 por ciento de los puestos de trabajo creados en toda España correspondieron a Madrid y Andalucía.

Ha impulsado y agilizado la creación de empresas y bajado impuestos, especialmente sucesiones y donaciones que durante la etapa socialista obligó a muchos andaluces a renunciar a las herencias ante la imposibilidad de hacer frente al pago del tributo a la muerte. Y sobre todo ha erradicado la corrupción y acabado con el nepotismo y clientelismo descarado que «la PSOE» ejerció al convertirse en una organización para colocar a conmilitones y allegados durante sus casi cuatro décadas de hegemonía política. Una práctica habitual materializada en agencias y organismos públicos creados únicamente para emplear a familiares y amigos.

La Agencia de Instituciones Culturales es uno de esos entes que la Junta socialista se inventó para dar cobijo con sueldos notables a militantes y afectos. Esta agencia escenificó a la perfección el clientelismo político desarrollado por «la PSOE» en sus años de mandato: 483 empleados y 24 millones de euros de presupuesto. Del presupuesto, 18 millones se destinaban a pagar nóminas y cinco a gastos generales. Sólo quedaba un millón de euros para actividades culturales. Ese era el modelo de gestión socialista: crear organismos públicos, inflarlos de personal afecto y dedicar una ínfima parte al objeto de la función.

Hay que tener poca vergüenza y una cara elefantiásica para atacar al PP por la corrupción desde Andalucía, como han hecho Pedro Sánchez y su mediocre portavoz Adriana Lastra, después de los casos denunciados e investigados que convirtieron la región en un muladar corrupto o una suerte de puerto de arrebatacapas.

Ya veremos cuantas veces más se exhibe Sánchez en esta campaña electoral consciente como debe ser de que una derrota socialista en los términos que auguran las encuestas le hace responsable principal del fracaso.

El voto andaluz tiene una lectura nacional inevitable que de confirmarse en ese sentido significaría el cuarto revés electoral del «sanchismo» tras Galicia, Madrid y Castilla y León además del comienzo de la cuenta atrás de los días que le quedan a Sánchez en la Moncloa y una complicada reelección de los alcaldes y barones socialistas que gobiernan comunidades como Castilla-La Mancha, Extremadura o Aragón, advertidos como están de que dentro de un año es probable que reciban en sus posaderas el castigo electoral dirigido a Pedro Sánchez por sus políticas y alianzas tóxicas con el independentismo y los herederos de ETA.

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