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Perro come perroAntonio R. Naranjo

El único empleo que genera Sánchez es el de su familia y amigos

Con el paro, Sánchez quiere hacer lo mismo que con la educación: si hay fracaso escolar, lo solventa regalando aprobados para maquillar las estadísticas

Actualizada 02:15

Pedro Sánchez es un gran generador de puestos de trabajo, al menos en su entorno más cercano: su mujer, que debía tener muchas virtudes pero hasta su llegada a la Moncloa pasaban desapercibidas, ha logrado desde entonces cátedras, consultorías e incluso el mando africano del Instituto de Empresa, coincidiendo, también por casualidad, con la repentina apuesta del presidente por aquel continente.

A Senegal marchó nuestro Kennedy, con su Jackie en el corazón, a redoblar en Dakar la apuesta por la enseñanza en español que se le niega a los niños catalanes, sometidos a la ablación de lengua en su propio país con el silencio o la complicidad del Gobierno.

Célebre es también la creación de Ministerios de los Andares Bonitos, de ejércitos de asesores con estómago de termita, de excelsos nombramientos para Correos de amigos que no saben pegar un sello y de amigas para la Casa Árabe que creen que oriente es un café, una plaza o un palacio y con eso llega.

Sánchez solo ha creado ese tipo de trabajo que se financia destruyendo empleo de verdad, con la sangría confiscatoria que en España pesa sobre el empresario, el trabajador, el consumidor, el propietario y pronto el ahorrador y nos coloca entre los cinco países del mundo con mayor esfuerzo fiscal, más economía sumergida y seguramente más vagos.

Él resume la España del «vuelva usted mañana» de Larra; la de los siete mirando y uno currando en una zanja innecesaria y la del pillo Maestro Ciruela, que no sabe leer pero pone una escuela: el propio Sánchez es un ejemplo de libro de cómo llegar de la nada laboral a las más altas cimas de miseria, que diría Groucho Marx, con unas cotizaciones a la Seguridad Social que se limitan a los cargos políticos, por enchufe o en las urnas pero nunca con el sudor de la frente.

Ahora vuelve a decir que «salimos más fuertes», utilizando los avances en la contratación de Madrid y Andalucía, que asumen el 33 por ciento del empleo efímero creado cuando apenas son el 23 por ciento de la población de España: primero bombardea a Ayuso o a Moreno, pero luego utiliza sus balances para presumir de su contrarreforma laboral, un engendro destinado a subir los impuestos al trabajo y a resucitar a los sindicatos, para horror de la colonia de crustáceos de todo el litoral español.

Con el paro, Sánchez quiere hacer lo mismo que con la educación: si hay fracaso escolar, lo solventa regalando aprobados para maquillar las estadísticas; como aquí sucede al rebautizar a los parados como fijos discontinuos.

No importa que usted no tenga empleo, que lo tenga a ratos, por horas o en unas condiciones tercermundistas: lo relevante es que él, y un poco Yolanda Díaz, puedan echar perfume al estercolero laboral resumido en duplicar la tasa de paro europea; superar los costes laborales de la OCDE; hundir las horas anuales trabajadas y compensar la destrucción de empleo de verdad con empleo público superfluo, ERTES eternos, trucos contables y trampas estadísticas.

Que el único trabajo con vocación de indefinido que le ocupe de verdad a Sánchez sea el suyo, y el de los suyos, obliga a recordar que, al menos mientras no lo prohíba, las urnas siguen teniendo la llave para firmarle un despido procedente.

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