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Agua de timónCarmen Martínez Castro

El aniversario

Sánchez ha querido comenzar la campaña de Andalucía recordando el aniversario de la moción de censura. Flaco favor le ha hecho a su candidato y a sí mismo

Actualizada 13:19

El auténtico aniversario de la moción de censura que llevó al poder a Pedro Sánchez aún no se ha celebrado; el balance real que la sociedad española hace de estos cuatro años de sanchismo lo conoceremos en breve, cuando se abran las urnas en Andalucía. Algunos indicios hemos tenido en las autonómicas celebradas a lo largo de este cuatrienio en Galicia, País Vasco, Madrid o Castilla y León. Cada una de estas comunidades tiene sus particularidades y sus claves electorales, pero el denominador común a todas ellas han sido los batacazos del PSOE. No parece que en Andalucía vayan a cambiar las cosas.

Juan Espadas, que vivía estupendamente como alcalde de Sevilla, tiene ante sí una campaña imposible. De saque, su candidatura viene marcada por el dedo cesarista y vengativo de Sánchez, que no paró hasta hacerle pagar a Susana Díaz el pecado de haberle aupado a la Secretaría General del PSOE. Su campaña tiene como único argumento agitar el fantasma de la ultraderecha; pero ese fantasma, como el de Canterville, ya es como de la familia y no inspira temor alguno. En Andalucía parecen mucho más molestos por las cesiones del PSOE a Bildu y ERC que por ese populismo con faralaes que encarna Macarena Olona.

Lo único que Espadas puede ofrecer a los andaluces es una versión local de los pactos que han convertido al Gobierno de España en el ejército de Pancho Villa. Ni siquiera se presenta a estas elecciones el viejo PSOE de los ERES sino el muñidor de un nuevo Frankenstein de mercadillo. Sánchez ha condenado al PSOE a ser vampirizado por cualquier grupúsculo de extrema izquierda y así le luce la estrategia: él sigue en el gobierno, aunque de forma cada vez más precaria, pero el partido se desangra un poco más en cada convocatoria electoral. Ese es el balance para el PSOE de estos cuatro años de sanchismo.

La moción de censura rompió los códigos éticos de nuestra democracia. Poner la gobernabilidad de España en manos de Podemos, de los secesionistas catalanes y de los herederos de ETA solo se le ocurre a un «insensato sin escrúpulos» como profetizó con acierto el diario El País, cuando contaba una dirección independiente. Todo lo que ha venido después, incluyendo el cese en bloque de aquel equipo de periodistas a la semana de la moción, es la consecuencia lógica de esa perversión. Las cacicadas de Dolores Delgado en la Fiscalía, el acoso a las instituciones independientes como el Banco de España, los enfrentamientos constantes con la Justicia, las purgas contra funcionarios, el deterioro del Parlamento o el eclipse de la labor institucional de Rey forman parte de esa misma política: insensata y sin escrúpulos.

Sánchez ha querido comenzar la campaña de Andalucía recordando el aniversario de la moción de censura. Flaco favor le ha hecho a su candidato y a sí mismo. Más allá de la impecable gestión de Juanma Moreno, el éxito del sanchismo consiste en que una comunidad que se declara de izquierdas acabe votando masivamente a la derecha.

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