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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Yolanda Díaz es Pablo Iglesias con pintalabios

Lo llamaron círculos, confluencias o mareas; y siempre es el viejo comunismo pasado por el peluquero, que ahora se presenta como estilista

Actualizada 02:03

Yolanda Díaz va a empezar su «proceso de escucha» el próximo 8 de julio, día de San Procopio y Santa Rufina, lo que debe provocar un sincero júbilo en toda persona de bien: en tiempos de cólera, ver cómo cualquier espécimen, incluso una vicepresidenta comunista, supera problemas tan severos como la sordera, ha de congratularnos

Porque si empieza a escuchar ahora es porque, hasta ahora, no había escuchado, que es una actividad sencilla, pasiva e involuntaria de no mediar lesiones graves en el complejo aparato auditivo.

Tú puedes no querer oír a Albares de Copas, el ministro de Exteriores que acabará haciendo bueno a Moratinos; o a Pedro Sánchez, que acabará haciendo bueno a Zapatero; pero a menos que te escondas en el palomar de las Marismillas reformado con los Fondos Europeos para consolidar un nuevo modelo productivo y sostenible en España, tendrás que oír sus cacareos.

El de Albares de Copas, que es la nadería envuelta en el delirio y empaquetada en la pedantería, centrado en humillar a España en el extranjero en varios idiomas. Y el del Kennedy de Pozuelo en hundirla como el Titanic, con el parloteo de un concursante de «La isla de los famosos» y el comportamiento de Bardem en «No es país para viejos». Ni para jóvenes, mujeres, autónomos, parados o trabajadores. Solo se salvan Begoña Gómez y los compañeros del metal, y esos puestos ya están cogidos.

Así que Superyoli ha tenido que escuchar, aunque se haya hecho la sorda. Escuchó a Pablo Iglesias cuando la puso a dedo a sucederla, cuando menos. Y habrá escuchado las quejas de Podemos por apuñalarle después de aceptar un nombramiento que incluía la lealtad al promotor: de Podemos debemos pensar lo peor los demás; pero hasta en el averno el diablo tiene derecho a esperar una cierta fidelidad de sus ángeles del infierno.

Incluso Yoli debió escuchar a quienes le decían que subir el SMI en plena recesión destruye empleo y, en realidad, es una subida encubierta de los impuestos al trabajo: los salarios suben solos cuando hay bonanza; cuando no la hay y se elevan por decreto solo sirve para aumentar aún más la recaudación fiscal, derivada de elevar todas las cotizaciones.

Díaz ha mejorado el matonismo verbal de Iglesias y ofende por lo que hace, pero no por cómo lo dice, pero sigue siendo Pablo, con tetas y pintalabios, pero Pablo

Albert Camus decía que, al principio y al final de las plagas, siempre se hace retórica. Y el «proceso de escucha» parece ajustarse a esa definición, con ese toque chulísimo que la vicepresidenta tercera de España le pone a todo para vestir a un muñeco viejo con disfraces nuevos.

Porque el «Frente Amplio», o como quiera que termine llamándose la cosa de Yoli, es el enésimo intento de cambiarle el collar al mismo perro para seguir hozando en las mismas sentinas: antes lo llamaban círculos, luego confluencias, más tarde mareas y, en todos los casos, era el viejo comunismo pasado por el peluquero, que ahora se presenta como estilista.

Esto lo hemos visto ya con Colau, con Carmena, con Oltra, con Otegi, con Errejón, con Baldoví, con Mónica García y con Irene Montero. Y que todos ellos solo hayan sido eficaces en la tarea de traicionarse y rebautizarse, pero sigan, de un modo u otro, juntos, revela la naturaleza del proyecto y los estropicios que cabe esperar de él.

Díaz ha mejorado el matonismo verbal de Iglesias y ofende por lo que hace, pero no por cómo lo dice, un avance no menor en esta España que ya hasta se conforma con que la insulten pero en bajito y con sonrisas. Pero sigue siendo Pablo, con tetas y pintalabios, pero Pablo.

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