Fundado en 1910
El observadorFlorentino Portero

La OTAN ante su cumbre

En este escenario el reto diplomático gira entorno a la necesidad de mantener la cohesión y al mismo tiempo lograr un equilibrio entre las distintas percepciones de amenazas

Actualizada 02:14

Esta semana resulta inevitable escribir sobre la cumbre de la OTAN en Madrid y no sólo por los avisos de nuestro alcalde sobre cómo va a afectar a la vida cotidiana de los habitantes de la Villa y Corte. Es cierto, no es una cumbre cualquiera. Nos jugamos mucho y posiblemente hasta dentro de unos años no podremos valorar sus efectos. Sin ánimo de ser exhaustivo –esta columna no da para tanto–, quisiera señalar algunos temas que a mi entender serán fundamentales.

El general Lord Ismay, primer secretario general de la OTAN, señaló entonces con absoluta claridad que el primer objetivo de la Alianza era mantener a Estados Unidos dentro. Hoy la permanencia de este país en la OTAN está en cuestión, tanto en Washington D.C. como en las capitales europeas. Los norteamericanos están cansados del desinterés de sus socios europeos por la defensa común y reconocen que con el tiempo se ha producido un desacoplamiento estratégico. Si para ellos China es la principal amenaza, para los europeos es su primer mercado, un país complicado pero con el que hay que entenderse. En estas circunstancias, ¿qué sentido tiene para Estados Unidos mantenerse dentro de la Alianza?

El segundo objetivo según Lord Ismay era mantener a Rusia fuera del espacio de soberanía de sus estados miembros. En la cumbre de Bucarest, celebrada en abril de 2008, el presidente de Estados Unidos solicitó el ingreso de Ucrania para evitar la invasión rusa, que preveía ocurriría en un tiempo breve. La mayor parte de los estados europeos se opusieron. Alemania había apostado por una estrategia de entendimiento con el Kremlin que pasaba por establecer un vínculo crítico en el ámbito de la energía. Francia e Italia, por razones distintas, creían que se debía seguir explorando un entendimiento con Rusia. Durante años y desde distintas administraciones los diplomáticos norteamericanos trataron inútilmente de convencer a los gobiernos europeos de lo peligroso e insensato de sus políticas. El resultado está a la vista.

En la actualidad, como en los días de Lord Ismay, los dos objetivos principales son mantener a Estados Unidos dentro y a Rusia fuera. A la hora de la verdad, cuando los cañones truenan, cuando ya no es discutible que Rusia supone una amenaza, se ha hecho patente la estulticia de la política seguida por los estados europeos y su crónica dependencia del músculo militar estadounidense. En las capitales del viejo continente se ha redescubierto la utilidad de la Alianza y todos se apresuran a garantizar el compromiso de gasto en defensa en torno al 2 por ciento del PIB, un compromiso asumido hace años e incumplido por la mayoría de manera consciente.

Sin embargo, más allá de los movimientos reflejos y las promesas de difícil cumplimiento está la realidad histórica de lo que es una alianza. Sin una percepción común de amenaza y una estrategia asumida por todos para hacerle frente no es posible su supervivencia. Ya no estamos en 1949 ni existe la Unión Soviética. En Washington hay total consenso sobre la amenaza china al tiempo que se percibe preocupación por las divisiones entre los estados europeos sobre cómo relacionarse con el Kremlin. Y es que con una Rusia que parece condenada a convertirse en un Estado vasallo de China, ambos escenarios convergen, dejando a Pekín y Moscú un gran espacio de maniobra para alimentar las diferencias y fraccionar la Alianza.

En este escenario el reto diplomático gira entorno a la necesidad de mantener la cohesión y al mismo tiempo lograr un equilibrio entre las distintas percepciones de amenazas. A menudo escuchamos que China representa un escenario lejano, que la Alianza no debe inmiscuirse en el área Indo-Pacífica. Confundir la geografía física con la diplomática es no entender el mundo de hoy. China está en África, en América Latina y, desde luego, en Europa y en Norteamérica. La amenaza china va mucho más allá del conflicto de Taiwán y es, desde luego, el gran tema. La Alianza sobrevivirá, logrará adaptarse a los nuevos tiempos, sólo si encuentra su sitio en la contención tanto de Rusia como de China.

comentarios

Más de Florentino Portero

  • Auctoritas

  • El proceso continúa

  • ¿Qué queremos hacer con Rusia?

  • Colombia, un país normal

  • La doctrina Rumsfeld

  • tracking