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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Sin luces y sin freno

Teresa Ribera lleva cambiando el clima desde que era pequeñita y, para ello, no ha hecho más que meter el cuezo

Actualizada 08:21

Teresa Ribera no resistiría como empleada de un gran almacén ni a las primeras rebajas. Desde que lleva en el Gobierno de Pedro Sánchez ha intentado cargarse los toros, la caza y el diésel y no parará hasta que lo consiga. Lleva lustros amenazando con una catástrofe climática y no digo yo que no estemos cerca, pero sobre todo desde que ella asumió la cartera del ramo, luego elevada a Vicepresidencia. Porque, aunque no lo crean, Ribera dirige un ministerio llamado de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Dos tareas que van de cráneo: el surrealista ahorro energético y la falta de políticas familiares para revertir el suicidio demográfico de España son las grandes cosechas que nos dejará cuando esta fiesta de Sánchez se acabe y la ministra vuelva a gestionar paneles solares en el ámbito privado.

Le gusta jugar a la yenka. Su última gestión sobre el ahorro energético es de aurora boreal. Primero no consulta con las comunidades y ahora las quiere convocar deprisa y corriendo. Primero dice a la Comisión Europea que ahorre electricidad Rita la Cantaora, que España no lo necesita, y luego elabora precipitadamente una chapuza de real decreto donde iguala a los hosteleros de Finisterre con los camareros de un chiringuito de Punta Umbría, a la refrigeración de la merluza con una peluquería en Fuenterrabía. El impresentable texto que ha levantado en armas a las autonomías es además un tren escoba que incluye becas, correcciones a otras medidas y ayudas al transporte. La mínima parte normativa dedicada a la polémica restricción energética está plagada de errores jurídicos y técnicos, que solo demuestra la incompetencia de Teresa Ribera y de las decenas de asesores coautores del bodrio.

Cómo se nota que echó los dientes con Rodríguez Zapatero como secretaria de Estado de Cambio Climático. Como ven, lleva cambiando el clima desde que era pequeñita y, para ello, no ha hecho más que meter el cuezo: demonizar la fiesta nacional, perseguir a los cazadores y ayudar a hundir la industria del automóvil. Todavía no se ha recuperado ese sector, que representa el 12 % del PIB, de aquella irresponsabilidad mayúscula perpetrada en verano de 2018 cuando la hoy vicepresidenta dijo que «el diésel tiene los días contados» con una frivolidad casi punible que hundió las ventas.

El despliegue de incompetencia de esta ministra y de su presidente solo puede anticiparnos la hecatombe en la que nos veremos sumidos si el próximo invierno nos visita con cartilla de racionamiento. Mañana se ha convocado una reunión técnica (la que debería haberse celebrado hace un mes), según dice el Gobierno, «para aclarar dudas», como si fuera una oficina de atención al cliente; la falta de lealtad para con las comunidades que van a ser las que apliquen las medidas es impresentable. Eso sí, Ribera sigue dando la turra ideológica y dogmática con el calentamiento global, mientras no sabe ni redactar una norma que un alumno de primero de Derecho elaboraría con más solvencia. Vamos sin luces y sin freno.

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