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HorizonteRamón Pérez-Maura

Comillas y Biarritz

Ambas localidades se disputan cuál es el municipio más grande de Europa

Actualizada 01:30

Hace años que llegué a la conclusión de que Comillas en Cantabria y Biarritz en la Vasconia francesa tienen mucho más en común de lo que parece a primera vista: un veraneo del norte con prados verdes gracias a que llueve de vez en cuando –aunque no este agosto–, donde hay playas con arena y no piedras, y donde hay unas ofertas culinarias infinitamente mejores que las que tienen quienes optan por el Mediterráneo. Pero ambas localidades tienen otra cosa en común: se disputan cuál es el municipio más grande de Europa: ¿Comillas o Biarritz?

No soy capaz de recordar cuántos amigos tengo que dicen que veranean en una de las dos localidades. Y en realidad no tengo ni uno que realmente lo haga. Son muchas las personas que nos dicen que veranean en Comillas. Pero cuando uno les pregunta exactamente dónde, en realidad resulta que veranean en alguna de las múltiples localidades del entorno: Ruiloba, Oyambre, Cóbreces, Caviedes, San Vicente de la Barquera o incluso Cabezón de la Sal o tantas otras poblaciones del entorno. Quien te dice en Madrid o Barcelona que veranea en Comillas con mucha probabilidad no lo hace. Estía en un entorno al que llaman Comillas, más no lo es. Si de verdad fuese Comillas todo lo que dicen que es, sería el municipio más grande de Europa. Creo que la última persona que yo conocía que de verdad veraneaba en el centro/centro de Comillas era mi admirado Gonzalo Crespí de Valldaura, conde de Orgaz, fallecido el pasado 25 de febrero. A mí me molesta mucho que, por ejemplo, digan que están en Comillas los que en realidad se asientan en Ruiloba. Porque Ruiloba es la tierra de mis mayores. De allí salió don Ángel Bernardo Pérez y Pérez para crear una naviera y generar empleo y riqueza hasta nuestros días, cinco generaciones después. Y allí, en la ermita de El Remedio, seguimos enterrándonos los Pérez como muy bien contó Alfonso Ussía cuando murió mi primera mujer, Clara Isabel de Bustos, y escribió una preciosa columna que todavía hoy hace que se me salten las lágrimas («Está bien» Alfonso Ussía. ABC, 08-07-2003) Y seguiremos enterrándonos allí a pesar de que ahora nos hayan puesto un restaurante a la puerta de la ermita con profusión de bodas y banquetes.

Algo parecido ocurre con Biarritz, la ciudad que internacionalizó la Emperatriz Eugenia de Montijo, mujer de Napoleón III. Conozco docenas de españoles que veranean «en Biarritz». Este año he pasado apenas diez días allí y he cenado cuatro noches con otros amigos que veranean allí. En realidad, ni uno solo veranea en Biarritz. Lo hacen en Arcangues, La Négresse, Bassussarry, Bidart o Anglet, que confesaré que es donde en realidad tiene una casa mi mujer. Mi debilidad por Biarritz es genética. Mi bisabuelo Gabriel Maura se expatrió allí en mayo de 1931 cuando empezaron los incendios de iglesias en Madrid. Y prolongó varios años su estadía en el Hotel du Palais –donde también Ussía nos contaba días atrás que se tomó una copa con el príncipe Yussupov, el asesino de Rasputin–. De hecho, mis abuelos Gabriela Maura y Ramiro Pérez Herrera se casaron en la iglesia de Sainte-Eugénie el día del Pilar de 1933.

Biarritz tiene pretensiones imperiales, pero la arrolladora decadencia francesa de la hora presente se lleva todo por delante. El sábado pasado mi mujer y yo fuimos a cenar al mejor restaurante del Palais. Yo estoy encantado de pagar una factura cara cuando lo que se me ofrece lo merece. Pero lo de ese día fue infecto. El servicio, deplorable y la reforma del hotel, en la que han invertido buena parte de los últimos tres años, sólo interrumpidos para acoger el G-7 en sus salones en agosto de 2019, una lástima.

Pero lo peor del verano no ha sido eso. Lo peor es cómo Francia sigue manteniendo en la frontera un peaje sin capacidad de absorber los coches que deben cruzar allí. Tienes que pagar un peaje por ir por autopista, pero en cruzar ese peaje puedes tardar horas. Por poner un ejemplo que he sufrido dos días, del aeropuerto de Fuenterrabía al peaje, que dista 6 kilómetros, he tardado casi una hora ambos días. La eficacia francesa.

No sé yo si en Comillas, es decir, en Ruiloba, no se está mucho mejor que en Biarritz.

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