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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Cherchez le gay

El ministro del Interior ha ordenado el traslado a prisiones de las provincias vascongadas a los dos asesinos más canallas de la ETA, que ya es mérito. Canallas, sanguinarios e irredentos, porque jamás han mostrado pesar o arrepentimiento por sus crímenes

Actualizada 09:09

Hasta anteayer, cuando un hombre de comportamientos más o menos coherentes, iniciaba un período de tonterías y mamarrachadas, siempre se comentaba: Cherchez la femme. Había que buscar en las bambalinas de esos comportamientos a la responsable de las extravagancias. Una pasión nueva, una nueva mujer, un frenesí insuperable.

El Conde de los Alcores del Tremedal enviudó. Su joven esposa –él superaba los 55 años–, falleció repentinamente. El conde lo comentaba desconsolado. «Se ha muerto de golpe, sin tener nada grave». Guardó luto a su mujer durante diez años, siempre de riguroso negro, a juego con su expresión de tristeza inconsolable y creciente desconcierto. Insistía. «No tenía nada grave». Una mañana, inesperadamente, se sumó a su vieja tertulia del aperitivo. Se había disfrazado de joven. Pantalones vaqueros, chaqueta corta con levantapedos, camisa rosa abierta, medias naranjas y mocasines italianos. El componente de más edad de la tertulia, que apenas hablaba, emitió su veredicto: «Cherchez la femme». En efecto, el trágico conde habíase enamorado locamente de una veinteañera arrebatadora, conocida en los ambientes de la calle de la Ballesta y aledaños, como «Juanita la Huracana». Cuando perdió hasta su última peseta, el Conde de los Alcores del Tremedal retornó a su luto. Desapareció del mapa. Pero tres años más tarde, retornó a la tertulia de su bar de siempre. Ponía boquitas y morritos, movía las manos como alas de mariposa, y sus pasos eran bamboleantes, otorgando al culo plena libertad para pendular del este al oeste sin topes ni prudencias. Para colmo, merendaba en Embassy los jueves con «las amigas de mamá». Y el componente de más edad de la tertulia, que hablaba menos que tres años atrás, emitió su veredicto:

«Cherchez le gay».

He recordado al mutante noble, cuando he leído, escandalizado, que el ministro del Interior ha ordenado el traslado a prisiones de las provincias vascongadas a los dos asesinos más canallas de la ETA, que ya es mérito. Canallas, sanguinarios e irredentos, porque jamás han mostrado pesar o arrepentimiento por sus crímenes. A los hijos de la grandísima puta de Henri Parot y García Gaztelu, apodado 'Txapote', con 39 asesinatos el primero y 13 el segundo, entre ellos, los de Gregorio Ordóñez y Miguel Ángel Blanco. De todos y por todos es sabido, que el Gobierno vasco les abrirá las puertas hacia la calle en las próximas semanas.

El ministro del Interior ha cambiado mucho más en los últimos cuatro años que el Conde de los Alcores del Tremedal en tres lustros. Hace años, siendo Magistrado-Juez de Instrucción en la Audiencia Nacional, los procesaba y los metía en la cárcel. Y en alguna ocasión, presidió el tribunal que condenaba a esas ratas a centenares de años de prisión. Ignoro los motivos de su descomposición moral, ética y jurídica. Si lo hace por cumplir a rajatabla las órdenes de Sánchez, ese gran traidor, que necesita de los votos de Bildu para seguir instalado en la Moncloa, o si su matrimonio con un tal Koldo, ha contribuido al desmoronamiento de su criterio de igual manera que el de Juanita la Huracana al del conde enviudado. Se arrepentirá de todo el mal que está haciendo, en soledad o mal acompañado, porque no habrá un rincón en España en el que se olvide su desprecio por las víctimas y los españoles justos y pacíficos, abrumadora mayoría. No obstante, intuyo que se acerca más a la realidad, en su caso, el «cherchez le traître» –el traidor–, que el «cherchez le gay», su adorado esposo.

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