Algo es algo
Pero la gran sorpresa no ha sido otra que descubrir lo muy monárquico… del Reino Unido que es nuestro periodismo. «La Reina Más Grande». Desprecio al Rey Juan Carlos, distancia con el Rey Felipe VI, y entusiasmo con la Corona británica
El fallecimiento en Balmoral de la Reina Isabel II del Reino Unido y de Irlanda del Norte nos ha deparado una sorpresa. Que el periodismo español es profundamente monárquico… de Inglaterra. Es cierto que la Reina Isabel II ha sido excepcional. Reina de rebote, hija del prematuramente fallecido Jorge VI, Rey por la renuncia de su hermano, el flojo y memo Eduardo VIII, que cedió sus deberes por su matrimonio con una americana horrorosa. Setenta años reinando. Tuvo la fortuna de tener en sus inicios como primer ministro a Winston Churchill, quizá el más grande de los políticos europeos del siglo XX. Reina siempre en su sitio, y como titula Tom Burns Marañón en su artículo de El Mundo, «La Corona por encima de todo, incluso de sí misma». Zozobras familiares. Enamorada hasta sus reales cachas de su marido, el duque de Edimburgo, de quien se contaban frecuentes amoríos. «No le he pedido nunca a mi marido fidelidad, sino lealtad». Su peor momento coincidió con el estallido del histerismo folclórico del pueblo tenido como el más flemático del mundo. La muerte de la bella y frívola Diana de Gales, que jamás encontró su sitio. Su frase «mi matrimonio es cosa de tres», durante su famosa entrevista, adornándola con su expresión de bondad e inocencia, alcanzó las cumbres del cinismo, por cuanto se olvidó de sumar a esos tres a sus amantes. La prensa monárquica española, es decir, toda la prensa, monárquica de la Gran Bretaña, coincide en elevar a Isabel II a la cima de la historia. «La Reina Más Grande. Isabel II». Nosotros tuvimos una Isabel I que cambió al mundo y lo ensanchó. Isabel I de Castilla, León y Asturias, Reina consorte de Aragón. Para mí, escrito con humildad, la más grande Reina de la historia universal. Y tuvimos una Isabel II, si bien no es comparable con la recientemente fallecida. Pero nadie puede negar a Isabel II de España, y a su padre felón, Fernando VII, la creación del Patrimonio Nacional, por la cual todos los bienes de la Corona, palacios, joyas, y obras de arte, pasaron a pertenecer a todos los españoles, entre ellos la Colección Real de Pintura, la que hoy asombra al mundo desde el Museo del Prado. Y también nos adelantamos en Carlos III. Por buen Rey que sea Carlos III del Reino Unido, no creo que pueda superar a nuestro Carlos III, el más culto, sabio y avanzado monarca de nuestra historia.
La Reina Isabel II, repito, ha sido una Reina extraordinaria, excepcional y ejemplar. Cuando cumplió sus primeros cincuenta años de reinado, se publicó en ABC un artículo muy divertido de un alto miembro de su corte. Escribía que pocas semanas después de su jubilación, falleció su mujer. Y recibió un tarjetón manuscrito de la Reina: «He sentido mucho el fallecimiento de su esposa, a la que recuerdo con mucho afecto. Isabel R». Unos meses más tarde, murió Pitty. Pitty era un perro que la Reina le había regalado. Y no recibió un tarjetón de pésame, sino una carta de tres folios expresándole su dolor. Efectivamente, no se entiende la figura, el paisaje humano de Isabel II, sin sus perros. «Soy la primera Reina que sé conducir». Y conducía. Sin carné, claro, porque nadie en el Reino Unido estaba autorizado a examinar a la Reina.
Fue la estadista cumplidora de sus deberes, y su figura va mucho más allá de la política. Convirtió la Monarquía en uno de los grandes reclamos turísticos de la isla. Desde los 26 hasta los 96 años fue Reina antes que mujer. Visitó en diferentes ocasiones todos los países de la Commonwealth, consecuencias del imperio británico. Siendo Rey de España Don Juan Carlos I, rindió visita a nuestro país y manifestó su entusiasmo por haberlo conocido. Don Juan me contó un episodio del Rey Juan Carlos en su juventud.
Por aquello de Gibraltar y la rivalidad histórica de España e Inglaterra, Don Juan Carlos no se afanó en aprender inglés. Hablaba un francés perfecto, pero el inglés lo tenía muy descuidado. En un viaje familiar a Londres, la Reina Isabel convidó a su primo Don Juan y a su sobrino Don Juan Carlos a comer en Buckingham, con otros miembros de la Familia Real. «Sienta a tu lado a mi hijo, y habla con él sólo en inglés». El que sería Rey de España lo pasó tan mal en aquella ocasión, que nada más llegar a Estoril triplicó sus horas en el aprendizaje del inglés, que terminó dominando a la perfección.
Pero la gran sorpresa no ha sido otra que descubrir lo muy monárquico… del Reino Unido que es nuestro periodismo. «La Reina Más Grande». Desprecio al Rey Juan Carlos, distancia con el Rey Felipe VI, y entusiasmo con la Corona británica.
Bueno, pues algo es algo.