Volver a Compostela
El fenómeno del Camino de Santiago y la peregrinación que representa está viviendo, tras la pandemia, uno de los momentos álgidos de su historia reciente
Los caminos del Señor son inescrutables y el conocimiento y la forma que tiene para comunicarse con los hombres no alcanza a nuestra razón. Es un misterio más. En Compostela, que enfila ya la recta final de su año Jacobeo, tendría que darse cada día un Pentecostés, donde hablando en una sola lengua se pudiesen comunicar entre sí los miles de peregrinos que proceden de decenas de países distintos. En pocos lugares de Europa, como en el Obradoiro y sus calles adyacentes, encontramos tanta diversidad lingüística: franceses, alemanes, chinos, británicos, canadienses, italianos, coreanos, indios, norteamericanos, españoles, colombianos, peruanos… y así una larga nómina de gentilicios. El fenómeno del Camino de Santiago y la peregrinación que representa está viviendo, tras la pandemia, uno de los momentos álgidos de su historia reciente. Compostela vuelve a actuar como imán, y el botafumeiro, que ya no cumple el papel que se le otorgó en la Edad Media, surca el aire de la catedral, ante la atónita mirada de los peregrinos. Cuatro personas me vienen a la memoria al escribir estas líneas, en el momento de agradecer a quienes revitalizaron una raíz europea, espiritual y cultural. Ellos son el cardenal Rouco Varela en su etapa de arzobispo compostelano, Manuel Fraga desde la Xunta de Galicia, Marcelino Oreja como presidente del Consejo de Europa y el alcalde arquitecto, Xerardo Estévez. Las instituciones son importantes y las personas pasan, pero a las instituciones las hacen las personas y los astros y la Providencia se confabularon en positivo para que estos cuatro hombres nos hagan volver, muchos años después, a Compostela, a sus piedras y a su misterio.