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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

«Haga como yo: no se meta en política»

Cuando Feijóo desdeña en una entrevista dar «la batalla de las ideas y la cultura» se olvida de un detalle: en realidad ya la está dando

Actualizada 09:35

La revista Esquire es una veterana publicación estadounidense, fundada en 1933 y dirigida a hombres supuestamente «in», a los que les ofrece un cóctel de estilo, política, nuevo periodismo, tendencias… Cuenta con una veintena de ediciones internacionales, una de ellas en España. Acaban de entrevistar ahí a Feijóo, de 61 años y según las encuestas el próximo presidente, que aparece retratado con unos jerséis de lana gruesa en poses propias de una publicación de moda.

La conversación resulta jugosa, con algunos pasajes entrañables, como cuando resalta la importancia capital en su vida de su hijo de cinco años. Pero el interés político de la entrevista radica en que por dos veces el entrevistador le pregunta a bocajarro por «la necesidad de plantear debates claros y valientes en el terreno de las ideas y la cultura». Feijóo desdeña esa posibilidad a las claras («yo no creo en guerras culturales») y responde así: «A la política se viene a mejorar las cosas. La política es reforma. España es un gran país. Es cierto que en este momento no está pasando una buena época, pero creo profundamente en él. Lo que tiene que haber en política es más gente dedicada a identificar y defender los intereses generales y menos a supuestas batallas ideológicas».

La frase me ha recordado una humorada que se atribuye a Franco, quien habría dicho a uno de sus colaboradores: «Usted haga como yo: no se meta en política». Feijóo se salta un detalle en su respuesta: es imposible estar en política sin tener una ideología, y él mismo hace gala de ella de manera abundante en el transcurso de la propia conversación. Lo hace por ejemplo cuando afirma que «la libertad del individuo es irrenunciable». Cuando dice que «lo menos progresista es dejar una inmensa deuda a quienes todavía no votan». Cuando señala que «el tema económico nunca puede ser el desencadenante» de un aborto. Cuando arremete contra la ley trans, «porque trivializa el ser hombre o mujer y la propia naturaleza humana». O cuando abiertamente rechaza la subcultura de la cancelación, «porque censurar y juzgar no me gusta y hacerlo censurando con ojos de hoy lo que ocurrió hace 30, 40, 100 años… aún menos». O cuando aboga por una legislación sancionadora contra los ataques abusivos en las redes sociales.

Todo eso es pura ideología, como no puede ser de otra manera, porque las ideas son lo único que mueve el mundo y no se ha inventado todavía el político teflón de asepsia absoluta. No habría Roosevelt sin Keynes. Ni letales revoluciones comunistas sin Marx y Engels. Ni revolución conservadora de Reagan y Thatcher sin Hayek y Popper. Ni Transición en España sin las ideas jurídicas de Torcuato Ferández-Miranda. Ni Ben-Gurion sin el pensamiento sionista.

Feijóo está jugando con la calculadora electoral. Cree, y tal vez le funcione en la práctica, que cuanto menos se defina, más votos podrá apañar en el flanco moderado del caladero del PSOE. Pero es una boutade que el líder del centro-derecha reniegue de la ideología en un país donde se ha aprobado una Ley de Memoria que obliga a estudiar una versión sectaria y única de la Historia, donde se prepara una ley trans que atenta contra el sentido común, donde impera una ley de educación que prima bajar los brazos y rascarla, donde el Gobierno tiene a gala fomentar la subcultura de la muerte con una saña vista en pocos países, donde la propia Constitución y la unidad nacional están seriamente cuestionadas… Mal está España si con ese panorama hay que agachar la cabeza, silbar y rechazar la llamada «batalla de la cultura y las ideas». Si no se entra en ese debate se está concediendo de facto la victoria ideológica a la izquierda. Y eso es un profundo problema. Salvo, claro, si tú también eres de izquierdas, que creo que no es el caso.

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